jueves, 18 de octubre de 2012

Parábolas – Recompensa y Castigo (Misericordia)

Se dice en Salmos 62:13 “Tuya es, Oh Eterno, la Misericordia, porque tu pagas a cada uno conforme a su obra” En este punto alguien podría preguntarse qué tiene de misericordia el pagar a cada uno conforme a su obra ¿no es eso acaso lo justo? En cierto modo podríamos decir que si, pero estaríamos olvidando toda una serie de factores cruciales que, de considerarlos, nos harían replantear nuestra firmeza al asegurar tal respuesta.

Para tratar de explicar esta situación, nos ayudaremos de una parábola planteada por Rabí Israel Meir Hakohen; que nos ayudará a entender la profundidad de tal afirmación en los Salmos.

Un joven comenzó a trabajar como aprendiz de un artesano. El acuerdo era que durante los primeros cinco años de aprendizaje, el artesano lo vestiría y alimentaría y le enseñaría su oficio a cambio de una suma inicial. Además, acordaron que al finalizar los cinco años, cuando hubiese adquirido pericia en su oficio, comenzaría a recibir un salario semanal.
Con el paso del tiempo la cantidad de trabajo en el taller aumentó hasta que finalmente el propietario se vio obligado a emplear otro artesano que se hiciera cargo de parte del trabajo. Entretanto finalizó el período de cinco años y el aprendiz comenzó a recibir el salario semanal acordado.
Un día el joven descubrió que el salario de los otros trabajadores era cuatro veces mayor que el suyo. Se quejó al empleador: “¿Por qué me pagas tanto menos que a los demás? Estoy tan capacitado y mi trabajo es tan bueno como el de los demás”.
El propietario del taller respondió indignado: “¡No seas ingrato! Tu situación es diferente a la de los demás. No invertí en enseñarles su oficio y no tuve que alimentarles y vestirles de mi propio bolsillo. Más aún, ellos no tienen que usar mi equipo porque cada uno tiene el propio. Pero contigo es diferente, me tomé el tiempo de enseñarte todo lo que sabes. Te vestí y te alimenté y tus herramientas son mías. Lo que recibes es más que suficiente compensación para ti”.


Tras la lectura, puede parecernos justa la postura del empleador. Al fin y al cabo él ha prestado una gran serie de servicios a cambio de una pequeña suma inicial; que no da para compensar sus esfuerzos realizados con su discípulo. Además, éste le presta sus herramientas sin las cuales no podría realizar su trabajo y se vería privado de empleo y sueldo.
Ahora preguntémonos si sucede lo mismo en nuestra vida diaria. Lejos de las concepciones limitadas de las religiones, veamos a Dios en toda su dimensión. Para ello recurriremos, para aclararnos al nombre que le da el Hermetismo: TODO. Todo es la palabra que, dentro de las limitaciones humanas y de lo material, mejor nos ayuda a expresar la profundidad del Eterno. Así pues, nosotros mismos formamos parte de Él, del mismo modo que todo aquello que tengamos, etc.
Podría decirse, que empleamos sus herramientas constantemente, y sin embargo Él nos recompensa sin tenerlo en cuenta; como si lo que tuviéramos fuera nuestro.

Aún cuando tratamos de cumplir sus preceptos, empleamos las herramientas que Él nos ha prestado; por lo que, en cierto modo, no deberíamos aspirar a recompensa alguna, sino más bien a cumplir las ordenes prescritas, ya que se lo debemos todo.
Sin embargo, muy lejos de esto, él nos recompensa cuando hacemos las cosas bien. Nos proporciona todo aquello que podamos necesitar y se ocupa de nosotros. De este modo Él realiza un acto de Misericordia, porqué nos recompensa por nuestros logros como si él no hubiera desempeñado en ellos ningún papel. Nosotros somos el aprendiz que ha pasado cinco años con el maestro, y que aún así cobra lo mismo que los demás sin diferencia.


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