martes, 7 de enero de 2014

El Segundo Regreso - Empleando la Lógica

Volvemos después de un nuevo periodo de ausencia. Aunque quisimos volver, nuevas obligaciones nos apartaron del blog. Nuestro tiempo sigue siendo, por lo general, muy limitado a causa de los distintos asuntos que cada uno de nosotros tiene que atender. No obstante, queremos seguir publicando. Probablemente no podamos seguir con la anterior línea de publicaciones, puesto que no disponemos de demasiado tiempo para montar los temas. Así pues, como nuevo objetivo nos hemos fijado la reflexión lógica entendida desde el punto de vista de la metafísica.

¿Por qué es importante la lógica? Cuando uno quiere avanzar espiritualmente, o intelectualmente, debe tener muy presente que lo más importante es la coherencia con uno mismo. Jamás podremos desarrollarnos si no mantenemos una lógica con nuestro propio ser. ¿Cómo ser lógicos con nosotros mismos? Aunque a muchos ésto pueda sonar extraño, la realidad es que pocas personas son coherentes consigo mismas. Si nos detenemos a pensar por qué hacemos tal, o cual, cosa, veremos que en muchas ocasiones son el mero resultado de la costumbre.

Hablaba el otro día con una buena amiga con la que, a pesar de la amistad, mantenemos profundas disensiones. “¿Por qué eres cristiana?” le pregunté. “Porque siempre lo he sido” me dijo ella. Algo me desequilibró, “¿solo por eso?” pensé. No podía ser, no podía creer que el único motivo fuera el de la costumbre, así que seguí preguntándole; buscándole una lógica al asunto.
“¿Nunca has pensado que tal vez estés equivocada, nunca has tenido otro motivo?”, me mi durante unos instantes sin decir nada, pensativa. “No ¿Qué otra cosa iba a ser si no?”. La perplejidad se apoderó de mi. Yo también soy creyente (aunque no sigo doctrina ni religión alguna) y no concebía que los únicos motivos de alguien para ser creyente fueran la costumbre y el descarte.
Todo ello nos llevó a una larga conversación, más bien discusión, sobre el tema.
Tras un par de horas conseguí hacerle ver su error. No hay manera alguna en la que podamos ser verdaderos creyentes por ese camino. Y digo creyentes a falta de un término mejor, pues desde luego la creencia es una imprecisión a todas luces condenable.

Creer en algo desafía toda lógica. Del mismo modo que la fe limitan a la persona, imponiéndole unos límites. Solo podemos tener fe, o creer, en aquello que jamás podremos llegar a ser capaces de conocer, o de experimentar; en aquello que no hay modo alguno de confirmar. Si no podemos confirmar algo, ¿cómo podemos afirmar con rotundidad que ahí está? ¿Con qué base, con qué principios? Es más, si no podemos llegar a ello porque está más allá de lo que podemos conocer... ¿cómo nos atrevemos a afirmar nada al respecto? Si no podemos afirmarlo, ni conocerlo, ni experimentarlo; tampoco hay manera de saber qué es, qué quiere o qué dice.
Solamente a través de la experiencia puede empezar a afirmarse algo. Únicamente cuando tenemos alguna prueba, aunque probablemente imposible de demostrar a los demás, podemos empezar a pensar (nosotros, y solo nosotros mismos) sobre el tema. Por ejemplo, si pedimos a la divinidad (una y otra vez correctamente) y las cosas se nos cumplen, podemos hallar ahí una prueba.
¿Bastará entonces con una sola vez? No. Seamos lógicos y consecuentes. Que lo que hemos pedido una vez se nos cumpla puede deberse perfectamente a la casualidad. Lo mismo si pedimos 3 o 4 cosas. Cuando hayamos logrado el éxito en un número suficiente de casos (30, por ejemplo) podremos empezar a planteárnoslo seriamente. De las 30 veces que se nos han cumplido los pedidos, podemos decir que quizás son demasiadas casualidades y que, tal vez, solo tal vez, en una de ellas haya habido intervención divina.
Bastará que la haya habido en una sola ocasión para saber que hay algo más allá. Pero cuidado, no digo que tengamos entonces derecho a tener Fe. Hemos descubierto que ha habido una intercesión, de ser así nosotros conocemos que hay algo más allá que nos ha ayudado. Siendo así no necesitamos la Fe, que es ciega, sino que podemos mirar con la luz del conocimiento. Ya no tendremos que abandonarnos a la fe y al hipótesis; porque ahora tenemos una prueba que nos permite conocer la verdad. Así, en adelante, ya no seremos creyentes; seremos gente que conoce lo que hay. Y por lo tanto, cuando pidamos, ya no tendremos fe en que tal vez se cumplan nuestros pedidos, sabremos que los pedidos se cumplirán y sustituiremos la Fe por la confianza.

Esto es solo un primer paso. El camino de la lógica y la evolución es exigente. Nos obliga a plantearnos cuestiones que debemos responder. Ya no podemos seguir pensando que tenemos la razón y decir aquello de “¿Y por qué no iba a ser así?”, dejando a los demás la tarea de convencernos de lo contrario. La actitud que uno debe emprender consigo mismo es la contraria. La de desafiar todo su supuesto conocimiento y preguntarse “¿Por qué iban las cosas a funcionar como yo creo que funcionan, a caso no podrían funcionar de un modo distinto y estar yo equivocado?”.
Si somos consecuentes ésto nos llevará a realizarnos preguntas que pongan en jaque nuestros más arraigados esquemas. Unos esquemas que trataremos de defender, pero que debemos ser conscientes de que muy probablemente contengan errores. Si los tienen, si hallamos la brecha en nuestro sistema, el siguiente paso es cambiar lo nuevo por lo viejo.
Solo si lo hacemos así podremos seguir avanzando. Por ello debemos ser muy críticos con nosotros mismos. Dudar siempre de lo que creemos saber, aceptar que aún en una larga vida llena de estudios jamás llegaremos a la verdad absoluta y que, por lo tanto, siempre podremos dar un paso más hacia una mejor comprensión. Si uno acepta su imperfección y la combina con el deseo de mejorar, tiene la llave para el éxito.

Debemos ser también muy cautelosos a la hora de elaborar nuestro sistema lógico. Para ello tendremos siempre presente que cualquier sistema que adoptemos debe servir para cualquier situación.
Por ejemplo: Una persona, como mi amiga, es cristiana porque siempre lo ha sido. Ella lo considera bueno, y cree que tiene todo el derecho a permanecer igual sin cambiar su forma de pensar, ni buscar más razones para serlo. Siquiera consideraba que tuviera que defender su postura, porque para ella era buena y no necesitaba más. Posiblemente algunos crean que tenía razón.
Veamos ahora el mismo comportamiento en alguien distinto, alguien que por ejemplo naciera en el seno de una familia ultranacionalista (nazi). Si hubiéramos entablado la misma discusión esa persona me diría que todo ese sistema de valores que ella tiene (violencia, racismo, homofóbia, etc.) son buenos y correctos porque ella siempre ha sido así y lo considera bueno. Que no recae en ella la responsabilidad de buscar razones para defender su posición, que no necesita nada más. Ésto no enervaría bastante ¿no es así?

Esto es porque hay un fallo en el sistema. El sistema que hemos escogido para defender una postura no se sostiene. Falla por su propia base, pues se sostiene solamente en lo que una persona cree bueno (cree bueno, además, porque se lo han enseñado así).

El sistema que elijamos es libre, pero debe ser coherente. Empezar a pensar con lógica nos enseñará muchas cosas. Poner en cuestión todo lo que damos por hecho siempre es bueno, especialmente si son otros lo que en un momento de nuestras vidas nos lo han enseñado así. Todo aquello que alguien nos enseña debemos ponerlo en cuestión, dudando y contrastando siempre. Planteándonos y reflexionando sobre qué posibilidades tiene de ser verdadero o no. Ante todo debemos tomar lo de otro solamente como información exterior que se debe analizar y, todo caso, introducir en nosotros pero a nuestra manera. Aceptar la posición de la otra persona solamente porque después de pensarlo nos parece razonable, lógico y coherente.
Si hacemos nuestro lo de alguien, ese algo será en verdad nuestro. Si lo tomamos sin más será un mero implante externo. Y no podemos avanzar cuando hacemos algo por inercia o porque nos han enseñado así, sin que hayamos buscado más caminos.



Ésta es solo una reflexión general, que lo que pretende en esencia es hacer ver la necesidad de reflexionar y pensar las cosas. De animar a todos lo que quieran a ser realistas consigo mismos, a plantearse los fundamentos de sus propios pilares con el fin de mejorar; puesto que jamás llegaremos a mejorar si somos incapaces de reconocer nuestros errores. Errores que, como humanos, siempre tendremos pues nadie llega jamás a ser perfecto y siempre hay, entonces, un lugar hacia el que avanzar y cosas que poner en duda.