miércoles, 12 de diciembre de 2012

Yo Soy – Oración Mágica del Yo Soy

Con ésta oración obtendremos todo aquello que podamos necesitar en la vida, por lo que es importante tratar de realizarla tan a menudo como se pueda.
No debemos olvidar que los resultados vendrán en medida de nuestra fe, concentración y voluntad al pedir; tanto como de nuestra constancia. Pero si perseveramos y tratamos de repetirla por lo menos una vez al día hasta ver cumplidos nuestros deseos, pronto obtendremos lo que queremos. También debemos recordar que una vez hayamos terminado nuestra oración, no debemos ser impacientes; sino que debemos dejar que la energía se movilice libremente, confiando plenamente en que aquello que pedimos se va a cumplir.

Yo Soy la puerta abierta que ningún ser puede cerrar
Yo Soy quien transmuta lo negativo en positivo
Yo Soy quien crea la felicidad en mi persona
Yo Soy un manantial de salud
Yo Soy la abundancia económica
Yo Soy quien tengo todos mis problemas resueltos
Yo Soy la justicia divina para todo
Yo Soy quien crea una vida llena de prosperidad
Yo Soy la fuerza
Yo Soy la luz
Yo Soy un rayo violeta que penetra por mi organismo y transmuta lo negativo en positivo
Yo Soy cada una de las células de mi organismo que elimino lo negativo
Yo Soy el Dios que habita mi casa
Yo Soy el poder, la fuerza y la gloria
Yo Soy la energía suprema que con su presencia corta las perturbaciones
Yo Soy quien elimina a los hermanos elementales que perjudican mi vida
Yo Soy quien Soy y quiero mi vida fuera de complicaciones
Yo Soy quien tiene todas mis necesidades cubiertas
Yo Soy quien quita los enemigos, ocultos, visibles e invisibles de mi camino
Queda decretado, queda conjurado, queda manifestado
y así lo hago realidad en el Nombre de la Divina Presencia Yo Soy
Que así sea, y así se cumpla; Amén


Podemos añadir alguna cosa más si lo consideramos oportuno, aunque deberíamos tener presente de que se trata de una oración para el bienestar general y no concreto.
De todos modos es buena para realizar antes, o después, de realizar alguna petición concreta para dar más fuerza a la misma.

Ésta Oración podemos realizarla estando solos, sin encender vela alguna, o podemos acompañarla con alguna vela para darle más fuerza. En éste caso sería recomendable una vela violeta o blanca; recordando siempre que debemos vestir la vela (o especificar cuál va a ser su uso antes de encenderla solamente si no sabemos cómo vestir una vela).
Lo importante, sea como sea, es nuestra actitud, nuestra voluntad y nuestra constancia. Todo lo demás no va a servirnos de mucho si nosotros no ponemos algo de nuestra parte.

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martes, 11 de diciembre de 2012

Parábolas – El Soldado Herido que continuó luchando


La parábola de hoy tiene un sentido accesible, pero no por ello menos importante. Nos recuerda que no debemos decaer ante las adversidades, y que si nosotros nos rendimos en ese momento vamos a perderlo todo.

Se dice que una vez había un soldado que tuvo que ir a la guerra, y le tocó estar entre las primeras filas de infantería. Cuando la batalla comenzó, se lanzó raudo contra las filas enemigas y no vaciló en ningún momento en blandir su espada contra los enemigos que atentaban contra su vida.
Luchó bien, con fuerza y fervor, pero he aquí que una lanza enemiga penetró su armadura y alcanzó el brazo con el que asía la espada. Herido, con el brazo inhabilitado, el soldado corrió para cubrirse y trató de sanar la herida en el campo de batalla, descuidando su tarea ofensiva y defensiva. Así lo vio un general, que se le acercó para reprenderle por su reacción y le dijo “No descuides la guardia ni por un instante, no aflojes en tu lucha contra el enemigo, que es fiero y malvado, ya que la próxima lanza puede atravesarte, o alcanzarte alguna flecha mortal. ¡Junta todas tus fuerzas y sírvete de tu otra mano para blandir la espada, pues te va la vida en ello!”


Ésta parábola nos enseña que el enemigo, el Mal, siempre está al acecho; esperando encontrar en nosotros algún punto débil por el que atacar, tratando de minar nuestros puntos fuertes para hacernos caer.
En muchas ocasiones nos veremos atacados y dolidos, nos encontraremos con situaciones difíciles para cumplir los preceptos correctos de la bondad; pero no por ello debemos desfallecer. No podemos retirarnos y refugiarnos en el pensamiento de que no pasa nada.
El Mal, precisamente, se sirve de ello para seguir penetrando cada vez más en nosotros y tentarnos con otras transgresiones; que cada vez serán mayores a menos que nosotros nos impongamos y consigamos refrenarlo.
Debemos tener en cuenta para ello las palabras de David: “Si el espíritu del mal se exaltare contra ti, no dejes tu lugar; porque la flojedad hará posibles grandes ofensas.” Éstas nos enseñan que si no sabemos aceptar las heridas y levantarnos de nuevo, el mal seguirá penetrando en nosotros hasta que consiga destruirnos por completo; llevándonos cada vez por senderos más oscuros.

Así pues, seamos firmes y mantengámonos rectos. Que nada enturbie nuestro espíritu, ni flaquee nuestro corazón por adversas que puedan ser las situaciones que hayan de venir. Tengamos siempre presente al Santo, Bendito Sea, en nuestros pensamientos y que Él sea nuestro apoyo y nuestra fuerza en todo tiempo y lugar pase lo que pase.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Amuletos – (Mjölnir) El Martillo de Thor


El Martillo de Thor es uno de los elementos y amuletos más conocidos de la Mitología Nordica, ampliamente difundido en nuestros días es vastamente conocido por su forma. Pero son pocos los que conocen el origen y la utilidad del martillo Mjölnir.

Amuleto Mjölnir de bronze
La historia empieza, como es habitual en la mayoría de regalos de la mitología nórdica, con Loki como protagonista. Loki, el más artero de los dioses, cortó los cabellos a Sif, esposa de Thor; por lo que éste último no tardo en enfurecerse, persiguiendo a Loki y llegando casi a causarle la muerte, lo que habría conseguido si Loki no le hubiera prometido que a Sif le crecería de nuevo el pelo, esta vez de oro.
Así fue como Loki tuvo que acudir a los elfos oscuros. Encargó a los hijos de Ivaldi, seguro de su gran renombre, que labraran el regalo para Thor, así como otros para Freyr y Odín (Wotan). Pero la vanidad de Loki le llevó a presumir de que las artes de los hijos de Ivaldi podían superar con creces a las de cualquier enano (los seres más dotados para las manufacturas).
Dos hermanos, Brokkr y Sindri, aceptaron la apuesta; pues Loki se había jugado su cabeza en ello. Se pusieron a trabajar y emplearon piel de cerdo para el regalo destinado a Freyr, oro para la de Odín y Hierro para la de Thor. Tuvo, entonces, Loki miedo de perder su apuesta y, poco dispuesto a dejarse ganar, entró en la herrería de los enanos convertido en mosca; para picarles y provocar fallos en su obra; pero nada consiguió con ello.
Los regalos de ambas partes fueron espléndidos. El primero en presentarlos fue Loki, que regaló a Odín la lanza Gungnir; que podía alcanzar cualquier objetivo que se propusiera por difícil que fuera. A Thor le regaló la cabellera de oro prometida para su esposa Sif; y a Freyr el barco Skídbladnir que tenía la capacidad de poder albergar a tantos como fuera necesario, hacer que el viento soplara siempre a su favor y plegarse hasta poderse guardar en un simple bolsillo.
Los Ases quedaron maravillados, pero era el turno ahora de Brokkr. El enano regaló a Odín el anillo Draupnir, un anillo de oro del que cada noche surgían otros ocho del mismo valor. El regalo para Thor fue Mjölnir, el martillo, que podía golpear con tanta fuerza como fuera necesario, que podía cambiar de tamaño a voluntad, y que podía ser lanzado sin miedo a errar el objetivo teniendo el mismo la capacidad de volver a su portador por sí solo. Finalmente a Freyr le regaló un verraco con grandes capacidades. Era el animal más veloz sobre la tierra y podía incluso correr por los cielos y los mares si era menester. Alumbraba, además, a su paso toda oscuridad, por densa que pudiera ser.

Thor - Representación en un antiguo manuscrito
Los dioses juzgaron que el mejor regalo era, sin duda, el martillo Mjölnir que el enano Brokkr había traído a Thor. No solo era espectacular, sino que les permitiría ganar la guerra contra los Gigantes de la Escarcha; una guerra que ya se prolongaba demasiado.
Dieron entonces a Loki por perdedor y reclamaron los enanos su premio, la cabeza del dios. Sin embargo, Loki huyó y, cuando fue alcanzado, usó sus tretas para convencer a los enanos de que le dejaran la cabeza en su sitio. Pero Brokkr, ofendido aún con todo, usó la correa llamada Vartari para coser los labios de Loki y evitar que éste volviera a mentir.

El origen etimológico de la palabra Mjölnir no está demasiado claro en profundidad; pero si que se pueden adivinar sus orígenes. Mjölnir significa "demoledor" y hace referencia a la capacidad de pulverizar del martillo. Está relacionado con el verbo islandés mölva (aplastar) y mala (moler). Palabras similares, todas provenientes de la raíz protoindoeuropea melə se pueden encontrar en la mayoría de las lenguas europeas, e.g. las palabras eslavas melvo (demoler) y molotu (martillo), la holandesa meel (moler), la rusa Молот (molot - martillo), la griega μύλος (mylos - molino), las palabras latinas malleus(martillo) y mola (molino) y las inglesas meal (moler), mill (molino) y mallet (mazo). Se ha sugerido también que el nombre aparte de reflejar los fabulosos poderes de Mjolnir también podría aludir a la naturaleza agricultora de Thor, ya que en sus comienzos era una divinidad adorada por agricultores. Una teoría alternativa sugiere que Mjolnir podría estar relacionado con la palabra rusa молния (molniya) y la galesa mellt (ambas traducidas como "rayo"). Esta segunda teoría se relaciona con la idea de que Thor era el dios del trueno, por lo cual podría haber usado rayos como su arma.


Así pues, el poderoso Martillo de Thor (Mjölnir) es un amuleto que va a cumplir dos funciones principales, derivadas tanto de su etimología como de su empleo en la mitología.
La primera función es la de otorgar fuerza y vigor contra los enemigos. Llevar colgado el Martillo de Thor va a favorecer que nuestros enemigos caigan ante nosotros, pues nos otorga la fuerza necesaria.
En segundo lugar también es un amuleto de fertilidad. Una fertilidad que no se refiere solamente a la capacidad sexual, sino también material, mental y espiritual. El Martillo de Thor es bueno cuando deseamos hacer que algo prospere, ya sea un trabajo, una idea, un proyecto, un matrimonio, etc.
Aunque no se detalle, este amuleto también otorga vigor y fecundidad por lo que es excelente para mejorar las relaciones sexuales; especialmente masculinas, aunque también femeninas.

Este amuleto gozaba de gran difusión en la antigüedad y la edad media entre los pueblos nórdicos. Son muy numerosas las reproducciones que de él se han encontrado en todo tipo de materiales, y aunque Thor fuera un dios eminentemente aclamado por las clases populares, también las clases altas solían lucir el martillo como amuleto.
Si buscamos su relación con la fertilidad, recordaremos que Thor es una divinidad de la fertilidad agrícola. Su fuerza, su más famoso atributo, es el vigor de la tierra y los truenos (no rayos) y sus efectos, los rayos, son causados precisamente por los golpes de Mjölnir.
Thor siempre luchaba con éste fabuloso martillo y se decía que allí dónde sonaban los truenos estaba él en alguna de sus empresas contra los enemigos de los hombres y del Asgard.
Precisamente la función protectora del martillo, contra los enemigos, se deriva del otro aspecto del dios. Thor, hijo de Odín, fue nombrado por su propia voluntad como el Defensor de la Humanidad.

Así pues, el martillo es un poderoso amuleto con grandes virtudes para aquél que quiera llevarlo colgado; pues debe llevarse preferiblemente colgado. No obstante, también podemos tener representaciones del mismo en materiales varios como decoración en la casa; siempre que sean naturales.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Hermetismo – Los Siete Principios Herméticos II


El segundo de los Siete Principios Herméticos nos dice: “Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba
Al respecto, nos dice el “Kybalión”: “Este principio encierra la verdad de que hay siempre una cierta correspondencia entre las leyes y fenómenos de los varios estados del ser y de la vida.

Esta afirmación es, sin duda, una de las más profundas. Nos permite alcanzar, por medio de la reflexión, distintas verdades que emana de la misma; de las que vamos a mencionar solamente tres, a partir de las cuales cada uno puede desarrollar sus propias extensiones.
En primer lugar, este principio nos dice que nada de lo que somos o lo que tenemos aquí abajo es casual; sino que halla su correspondencia en lo alto. Asimismo, nos sirve para entender que cuando obramos bien en lo bajo, hallamos recompensa también en lo alto; lo mismo que si lo hiciéramos al revés.
En segundo lugar, nos da la llave para poder revelar el futuro, o presente, que nosotros deseemos; pues da a conocer la intrínseca relación existente entre lo que conocemos como cuerpo, mente y espíritu. Estos tres aspectos, son, en realidad, tres manifestaciones distintas de una misma cosa; el ser.
Finalmente, nos permite comprender que el mundo que nos rodea, y sus leyes, son reflejo de cómo son las cosas en lo alto. Las distintas manifestaciones de la vida (desde los minerales, a las plantas, los animales o nosotros mismos) y los estados de consciencia de unos y otros, son parte integrante de un gran esquema; del que nosotros no somos la cúspide.

Si nos centramos ahora en el primer punto, entenderemos que todo aquello que poseemos aquí (y el cómo lo poseemos), así como lo que nos sucede a diario, es un reflejo del cómo somos en realidad en lo alto.
Por ejemplo, uno pudiera pensar que es excelente porque en esta vida ha alcanzado grandes riquezas; pero estaría olvidando entonces la forma en la que las consiguió. Si no fue honrado, jamás podrá pensar con razón que su alma es elevada en lo alto. Sin embargo, aquél que goza de una vida digna y justa, equilibrada, lograda justamente, aunque no sea el más rico ni nada parecido, bien podrá saber que en lo alto ha alcanzado un buen lugar; sin que ello signifique que puede dormirse.
Sencillamente debemos llegar a entender que todo lo que somos y lo que tenemos aquí abajo es consecuencia directa de nuestro yo superior; un reflejo de cómo somos nosotros en lo alto. Sin por ello poder pensar, sin más, que cuando obtenemos algo bueno es porque hemos hecho bien o que cuando las cosas van mal, nos hemos equivocado. Pero este es otro tema a tratar más adelante.
Quedémonos con la idea de que, también con nuestros actos en lo bajo, podemos modificar nuestro yo en lo alto; para bien y para mal.

Si nos detenemos en el segundo nivel de análisis, recordaremos la unidad del cuerpo, la mente y el espíritu; pues los tres son sencillamente manifestaciones de una sola cosa: el ser. Nuestro Yo Superior se revela en lo material a través de un primer nivel, el espíritu, que es el más elevado. Seguidamente nos muestra la mente, que está a medio camino entre lo espiritual y lo material; y, finalmente, el cuerpo; hecho a imagen y semejanza del Eterno como debe desprenderse de el enunciado que nos ocupa.
Así, a través de estas herramientas podemos ser capaces de conectar con lo alto. Estos elementos son los que nos conducen a la unidad y permiten que el primer enunciado sea válido. Pero también nos enseña que con ellos podemos actuar para modificarnos.
Si antes veíamos que lo que nos sucede en lo bajo es un reflejo de nuestra situación en lo alto, ahora vemos que somos capaces de modificar lo alto para influir en lo bajo. Para ello debemos servirnos de las Leyes Universales y aplicarlas correctamente. Si nosotros relajamos nuestro cuerpo, concentramos nuestra mente y conectamos con el espíritu, veremos que pronto podemos empezar a dibujar otra realidad, distinta a la que conocemos.
El cuerpo físico es el vehículo que nos permite estar en lo bajo para avanzar; en tanto que la mente es el medio por el que se nos permite investigar los caminos que han sido puestos a nuestro alcance; unos caminos que solamente llegaremos a comprender realmente si nuestra mente se halla en comunión con el cuerpo y el espíritu, pues sin éste último no podríamos entender nada; solamente memorizaríamos cosas que no tendrían sentido alguno para nosotros.
De este modo, a través de la conexión con el espíritu podemos empezar a trabajar. Si sabemos que el abajo es un reflejo del arriba, y viceversa, trataremos de cambiar el arriba para modificar el abajo; pero ello solo es posible cuando desde abajo hemos modificado ya el arriba. Para entendernos, aquél que ha logrado aquietarse y alcanzar la comunión con lo alto es porque en lo bajo ha obrado bien; logrando mejorar lo alto lo suficiente como para propiciar el acercamiento. Por ello ahora podrá modificar lo alto, por ejemplo transmutando lo negativo en sí mismo, para que eso revierta positivamente en lo bajo y le abra aún más puertas.

Por último, hemos dicho que el ser humano no es la cúspide del sistema; por encima de nosotros existen muchas otras formas de vida más elevadas; vibrando a niveles superiores al nuestro y con las que nosotros no podemos conectar en la mayoría de los casos.
Pero todo halla su igual, todo tiene su parte en lo alto. Hasta un piedra, un mineral es el reflejo de una consciencia en lo alto. El hecho de que nosotros no podamos apreciar su evolución, no significa que no exista. Todo cuanto nos rodea encuentra su semejante, es la forma material de un estado particular en lo alto.
Así, podemos ver en nosotros mismos, en nuestras limitaciones y en nuestras virtudes, una lectura de cómo somos en lo alto. Eso nos va ayudar a comprender nuestra misma imperfección, y el camino que aún nos queda por recorrer.

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martes, 4 de diciembre de 2012

Yo Soy – La Ley del Perdón


Una de las enseñanzas más valiosas del Yo Soy es precisamente la Ley del Perdón. Por ésta ley debemos aprender a perdonar los errores, tanto los de los demás como los nuestros propios. Y aunque nos pueda parecer, de entrada, sencillo, o quizás un poco exagerado, la verdad es que es un paso realmente importante si realmente deseamos avanzar.

¿Por qué es importante perdonar y perdonarnos? Porque cuando conseguimos perdonar los errores cometidos es cuando realmente quedamos desatados y podemos avanzar. Jamás podremos pasar página o superar una situación si no somos capaces de perdonar.
A veces pensamos que hemos conseguido superar nuestro pasado, y dejar atrás las malas experiencias, cuando, en muchas ocasiones, sencillamente hemos apartado eso de nuestra memoria y nos sigue doliendo como la primera vez el día que, por casualidad, vuelve a nuestra mente. Por ello es primordial que prestemos atención a la capacidad de perdonar; pues realmente ésta será la que nos libere y nos permita gozar del presente y avanzar sin obstáculos.


Puede que algunos piensen que hay cosas difíciles de perdonar, y realmente tienen razón, como por ejemplo una traición, un asesinato, una violación (o otros sucesos igualmente penosos). Pero eso no nos exime, no nos da permiso para olvidarnos de la Ley. Todos sabemos, como ya hemos hablado anteriormente, que el Bien y el Mal son consideraciones humanas para referirse a la Verdad y a lo Falso.
Por ello es que debemos tener presente que el que nos dañó, o si nosotros hicimos algún daño, es alguien que anda errado, en los caminos de la falsedad. Así pues, solamente el Padre es capaz de juzgar a cada uno por sus actos con equidad. Nosotros debemos ser capaces de perdonar el error de la otra persona, como el nuestro, y pedirle al Padre que sea Él el que los juzgue como sea oportuno mediante la Justicia Divina (de la que hablaremos más adelante).

¿De dónde emana la Ley del Perdón? La raíz del Perdón no es otra que el Amor Universal, el elemento que mantiene unida toda la Creación. El Padre es una fuente de Amor Infinito, pues Él nos ama a todos y a todo, pues de lo contrario no habría cohesión en el Universo, ni en la existencia en todos sus niveles.
Así sabemos que todos somos parte de Él, desde los más pequeños hasta los más grandes, desde el más brillante de los seres hasta el más oscuro de ellos. Dicen que “Perdonar es divino” y realmente el Perdón es el acto que más nos acerca y asemeja al Creador. Seamos conscientes de que todos somos hijos de Él, que el Mal es solamente la manifestación externa y material del ser que reside en verdad dentro de cada uno. Dentro de cada uno de nosotros, meros recipientes, habita nuestro verdadero yo, un ser espiritual de pura luz, que unos hemos hecho emerger más, o menos, y que otros tienen encarcelado; pero presente aún con todo.
He aquí entonces la importancia del Perdón, pues ¿cómo no íbamos a poder perdonar a un espíritu tan puro como nosotros mismos, que además tiene la desgracia de verse encarcelado tras la cortina de la falsedad?

Aprendamos a perdonar a los demás, fijándonos en su verdadera esencia, y a nosotros mismos. Deseemos que cada uno encuentre el camino de la Luz y abandone el camino de la mentira y el engaño para siempre.
Si nos sentimos realmente dañados por algo, no actuemos jamás en contra de nuestros enemigos, neutralicemos su poder y pidamos al Padre que sea Él quien medie Justicia según sus leyes. Perdonemos a la persona y tratemos de devolverle todo el Amor del que seamos capaces. Hay una maravillosa frase que nos dice “Bendigo al que me maldice”. Porqué así la bendición del Padre entra en ese ser, y hará que recapacite por sus actos y él mismo empiece a enmendarlos.

No deseemos nunca el mal a nadie, por mucho que nos duelan sus errores, concentrémonos en ser personas de bien; con independencia de lo que los demás quieran para nosotros, de lo que hagan o lo que piensen.

Tengamos siempre para los demás

+ Aclamación a la Ley del Perdón: “Yo Soy la Ley del Perdón y la Llama Consumidora de toda Acción Inarmoniosa y de la Consciencia Humana

Yo Soy la Magna Presencia mandándote la plenitud de mi Amor Divino para bendecirte y para que prosperes

Yo Soy la presencia del perdón en la mente y el corazón de cada uno de los hijos de Dios

Nos dice el Amado Maestro Saint Germain: “Los estudiantes deben en todo momento recordar que no importan los errores que hayan cometido. Dios jamás critica ni condena, sino que en cada tropiezo dice dulce y amorosamente «Levántate, hijo, y comienza de nuevo, continúa ensayando hasta que logres la verdadera victoria y la libertad de tu dominio divino»

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lunes, 3 de diciembre de 2012

Tarot – La Historia que nos cuenta el Tarot


Lo más habitual cuando alguien empieza a interesarse por el Tarot es que quiera conocer los significados de cada uno de los Arcanos; prioritariamente los Arcanos Mayores, pues los Arcanos Menores acostumbran a parecernos demasiado entretenidos y aparentan requerir un mayor esfuerzo.
Sea como sea, queremos aprender a leer los Arcanos lo antes posible; y nos enfrascamos en la búsqueda de los significados antes que preguntarnos por qué tienen ese significado. Así es como, en muchas ocasiones, nos resulta complicado comprender una u otra carta; pues en vez de ver la raíz de su significado, tratamos de encontrar el mismo de forma independiente.

Es por esto que hoy quiero publicar la Historia que nos cuenta el Tarot; una historia que empieza con nuestro nacimiento y termina con nuestra unión al Padre Creador. Claro está, existen variantes de esta visión (algunas que comparto y otras que considero equivocadas); pero expondremos aquí un esbozo de mi visión particular (que coincidirá más o menos con alguna que ya conozcamos) para que cada uno desarrolle por si mismo su propia historia.


0 - El Loco
Todo empieza con nuestro nacimiento (0 – El Loco / El Arcano sin número). El Creador nos da a luz y nos encontramos, en nuestro primer contacto con la realidad, solos y desamparados; sin ninguna guía o punto de referencia; estamos solos. Pero aunque estemos solos, tenemos en realidad todo lo que podamos necesitar; el mundo está a nuestros pies y en nuestro interior se hallan todas las respuestas y las herramientas que deberemos emplear.
Una vez se ha puesto en marcha el reloj universal, y la arena empieza a caer, ya no hay marcha atrás; y debemos entonces actuar (1 – El Mago). Contamos con todas las herramientas, ya dispuestas ante nosotros, y hemos tomado la vara de poder que nos capacita para la acción; así pues, podemos empezar a trabajar.
No obstante, pronto nos damos cuenta de que nuestro trabajo requiere de una guía, de una estructura y empezamos a investigar (2 – La Suma Sacerdotisa) las Leyes Universales y la forma más apropiada de utilizar las herramientas de las que disponemos; esperando que así podamos llegar a crear de un modo perfecto.
El estudio va a prolongarse en el tiempo, pero no deja de llegar el día en el que dominamos nuestras herramientas y las artes de la creación; y entonces empezamos a crear (3 – La Emperatriz) libremente, pues nada hay que escape a nuestras capacidades una vez hemos dominado el arte. Y así llenamos nuestro mundo con todo aquello que queremos, creamos nuestra realidad a cada paso que damos porqué somos hábiles para ello.
Y no tardamos en sentirnos amos (4 – El Emperador) y señores de todo lo creado. Nosotros decidimos qué debe estar y qué no, somos los creadores de esa realidad y tenemos la capacidad de gobernarla a placer; sin que haya otra autoridad que nosotros.
Pero la distancia entre nosotros y nuestra creación nos va a parecer insoportable, y nacerá en nosotros la voluntad de mejorarla (5 – El Sumo Sacerdote) a fin de que sea tan perfecta como nosotros mismos. Querremos verter en ella lo mejor de nosotros y por eso vamos a dotarla de vida y conocimiento.
7- El Carro
Así abriremos los caminos (6 – Los Enamorados) que han de servirnos para conectar con nuestra creación, y a ésta con nosotros. Buscaremos la alianza y la unión de lo que un día estuvo en origen mezclado con nosotros en nuestro pensamiento. Nace en nosotros el sentimiento del Amor que va a permitirnos conectar y dejar que nuestra creación vuelva a sus orígenes.
Así es como, por fin, al unirse la creación con nosotros (7 – El Carro) ya no va a haber barreras entre ambos; y podremos circular libremente y sin impedimentos. No habrá límites o fronteras, en un instante de nuestro pensamiento podremos recorrer de un extremo al otro todo lo creado y seremos al fin, capaces de cabalgar sobre la misma.

Aquí concluye el primero de los tres ciclos de la Baraja; en el momento en el que hemos logrado la unidad con nuestra creación y hemos obtenido tal dominio que no existe nada que no podamos llevar a la manifestación. Pero debe empezar el segundo ciclo, en el que dejamos atrás el mundo de la materia para adentrarnos en el mundo de la mente; del que el carro es el estadio primigenio.

Al haber logrado la unión, y ser capaces de traspasar el tiempo y el espacio, nace en nosotros una nueva concepción; la idea del Bien y del Mal (8 – La Justicia) de los que solamente nosotros vamos a ser los jueces. En nuestra creación vamos a tener el poder de juzgar, y nosotros también seremos juzgados, pues somos uno con ella.
Pero este conocimiento nos abruma, y nos devuelve a un estadio de búsqueda (9 – El Ermitaño) dónde nuestro ser va a tratar de desentrañar qué es bueno y qué es malo. Para ello es necesario recorrer un largo y angosto camino, lleno de experiencias, todas ellas necesarias para poder aprender a juzgar con equidad y alcanzar nuestra meta del Bien.
Así es como llegamos a la consciencia (10 – La Rueda de la Fortuna). En este escalón alcanzamos el saber y podemos conocer de antemano el resultado de cualquier acción que emprendamos dado que, tras nuestras experiencias, hemos podido comprobarlo y aprender lo necesario. Sabemos a qué va a conducirnos el Bien y a qué el Mal.
14 - La Templanza
Es por ello que tomamos la firme decisión (11 – La Fuerza) de proceder para bien empleando los conocimientos adquiridos en el camino. Comprendemos que en nuestra mente reside un gran poder y que a nada va a conducirnos el atarnos a lo material, por lo que empezamos a trabajar con la mente ya despierta.
Llega entonces el momento de asumir la responsabilidad de nuestras decisiones (12 – El Colgado) y, aunque éstas puedan suponer un esfuerzo, debemos cumplirlas. Por ello nos deshacemos aquí de todo lo material, empezamos a romper los lazos que nos unían a nuestra creación y asumimos que la misma ya ha cumplido su cometido, que ha de integrarse al Padre y nosotros volver a nuestro estado primigenio en el que todo lo que poseíamos estaba en nuestro interior.
Cuando, por fin, lo conseguimos es cuando se obra en nosotros el gran cambio (13 – La Muerte), ya que vamos a abandonar todo el mundo material, sustentado en nuestras obras y pensamientos, para dejar paso únicamente al mundo del espíritu. Debemos dejarlo atrás para acceder a ese nivel superior.
Y así llegamos al mundo del espíritu (14 – La Templanza) en el que hallamos el equilibrio, la paz y la serenidad que durante tanto tiempo ansiábamos encontrar. Vamos, entonces, a conciliar las aguas y nuestros sentimientos serán lo único que permanezca.

En este punto finalizamos el segundo ciclo, dónde abandonamos lo material y mental para acceder al mundo del espíritu. Abrimos las puertas que dan paso al mundo del espíritu, hemos encontrado la paz y debemos prepararnos para asumir la última fase de nuestro camino. Y aquí tenemos el reposo necesario antes de continuar. Pues ahora nos toca trabajar los sentimientos y aún quedan las pruebas más duras antes de poder llegar al final.

A lo largo de nuestra experiencia, nuestro espíritu lo ha conocido todo; y debe aprender ahora a desprenderse de todo sentimiento que le ate a lo anterior (15 – El Diablo). Debemos afrentar el ego y seguir adelante sin dejarnos seducir por los poderes del espíritu. Hemos completado el dominio sobre los Cuatro Reinos (Elementos) y tenemos la capacidad de crearlo todo, pero no podemos dejarnos seducir por eso; sino que debemos aceptar que somos uno con el Padre y nada nos pertenece, pues del mismo modo que antes unificamos nuestra creación con nosotros, nosotros vamos a unificarnos ahora con Él, el Padre.
21 - El Mundo
Por ello el siguiente paso es la aparente destrucción (16 – La Torre) de todo lo creado, porque lo entregamos todo en manos del Creador, y nuestra creación pasa a ser parte de la Creación del Padre y nuestras obras las de Él. Lo perdemos todo, antes de poder seguir y, en cierto modo, lo hacemos para volver a ser como El Loco.
Así, cuando nos liberamos de todo lo que nos ataba a nuestra creación y nos hemos entregado en manos del Padre, nuestro espíritu nace de nuevo (17 – La Estrella) y resurgimos de las cenizas. Habíamos aprendido a ser justos al alcanzar el espíritu, La Templanza, y a dejar que las cosas fluyeran; pero ahora nos hallamos por encima de los conceptos del Bien y del Mal, que rechazamos y volcamos; pues sabemos que éstos son meramente conceptos humanos y que en la Verdad del Padre no existen. Allí solo está la Verdad, la Realidad y todo aquello cuanto no es, sencillamente No Existe.
Al comprenderlo, y vaciarnos de todo lo anterior, dejamos lugar a cosas nuevas (18 – La Luna), nos convertimos en un recipiente útil para albergar y reflejar todo lo que nos llega directamente del Padre. Por ello aquí alcanzamos la capacidad de la intuición, el don de la iluminación, porque ahora somos capaces de recibirlo sin obstáculos. Pero en este estadio solamente somos capaces de reflejar esas características.
No obstante, no tardaremos en aprender de ello y ser capaces de brillar con luz propia (19 – El Sol), conviertiéndonos nosotros mismos en dioses. Alcanzamos el máximo nivel y ya no solo canalizamos la Luz del Padre; sino que nosotros mismos nos hemos hecho hábiles para emanar nuestra propia Luz; que es la suya en realidad pero florecida en nuestro interior.
Así llegamos al tiempo de ser juzgados (20 – El Juicio). Todo nuestro recorrido será juzgado, y seremos llamados en el momento en que nuestro espíritu sea realmente puro. Seremos llamados a entrar en el seno del Padre, a completar la unión final con nuestro Creador y pasar a formar parte de Él.
Finalmente, tras el duro camino, alcanzamos la plenitud (21 – El Mundo) y pasamos a ser parte integrante del Padre. Nos fundimos en su esencia eterna, la Eternidad vuelve a ser nuestra y el tiempo, ya antes detenido, desaparece por completo; pues en la Eternidad no existe ni principio ni final. Hemos alcanzado la meta y la unificación; nos hemos convertido, de nuevo, en lo que éramos al principio. Así se completa el ciclo y el círculo de la existencia.
Somos ahora de nuevo, El Loco, pues el Padre no tiene más guía que si mismo; en su interior están todas las herramientas que necesita, pero es solo un potencial que necesita de una expresión para poder mostrarse, igual que el que veíamos al principio. Por ello el Loco no tiene número alguno; porqué Él está por encima de todo, es el Principio y el Final de todas las cosas aún cuando Él mismo no tiene ni principio ni fin.

El Loco
Concluye aquí, con esa reflexión, el último de los ciclos del Tarot, asociado al espíritu. Como hemos tenido ocasión de ver, pasamos por las tres fases: Material, Mental y Espiritual.
Nosotros somos de la opinión, como ha quedado demostrado, de que es un absurdo colocar al Loco al Principio o al Fin de la Baraja; pues es en realidad Principio y Fin en sí mismos sin ser ninguno de ellos en realidad.
Podríamos ir más allá, pero que sea cada uno el que extraiga sus propias conclusiones. Esta es nuestra versión de la historia que cuenta el Tarot, sin esperar entrar en conflicto con nadie. Aunque hoy hemos representado la versión tradicional del mismo, Esquema Marsellés, pronto publicaremos un artículo sobre el la posibilidad de entender el Esquema de Raider Waite. Veremos que las diferencias entre ambos pueden conciliarse según el modo en que los interpretemos.