miércoles, 12 de diciembre de 2012

Yo Soy – Oración Mágica del Yo Soy

Con ésta oración obtendremos todo aquello que podamos necesitar en la vida, por lo que es importante tratar de realizarla tan a menudo como se pueda.
No debemos olvidar que los resultados vendrán en medida de nuestra fe, concentración y voluntad al pedir; tanto como de nuestra constancia. Pero si perseveramos y tratamos de repetirla por lo menos una vez al día hasta ver cumplidos nuestros deseos, pronto obtendremos lo que queremos. También debemos recordar que una vez hayamos terminado nuestra oración, no debemos ser impacientes; sino que debemos dejar que la energía se movilice libremente, confiando plenamente en que aquello que pedimos se va a cumplir.

Yo Soy la puerta abierta que ningún ser puede cerrar
Yo Soy quien transmuta lo negativo en positivo
Yo Soy quien crea la felicidad en mi persona
Yo Soy un manantial de salud
Yo Soy la abundancia económica
Yo Soy quien tengo todos mis problemas resueltos
Yo Soy la justicia divina para todo
Yo Soy quien crea una vida llena de prosperidad
Yo Soy la fuerza
Yo Soy la luz
Yo Soy un rayo violeta que penetra por mi organismo y transmuta lo negativo en positivo
Yo Soy cada una de las células de mi organismo que elimino lo negativo
Yo Soy el Dios que habita mi casa
Yo Soy el poder, la fuerza y la gloria
Yo Soy la energía suprema que con su presencia corta las perturbaciones
Yo Soy quien elimina a los hermanos elementales que perjudican mi vida
Yo Soy quien Soy y quiero mi vida fuera de complicaciones
Yo Soy quien tiene todas mis necesidades cubiertas
Yo Soy quien quita los enemigos, ocultos, visibles e invisibles de mi camino
Queda decretado, queda conjurado, queda manifestado
y así lo hago realidad en el Nombre de la Divina Presencia Yo Soy
Que así sea, y así se cumpla; Amén


Podemos añadir alguna cosa más si lo consideramos oportuno, aunque deberíamos tener presente de que se trata de una oración para el bienestar general y no concreto.
De todos modos es buena para realizar antes, o después, de realizar alguna petición concreta para dar más fuerza a la misma.

Ésta Oración podemos realizarla estando solos, sin encender vela alguna, o podemos acompañarla con alguna vela para darle más fuerza. En éste caso sería recomendable una vela violeta o blanca; recordando siempre que debemos vestir la vela (o especificar cuál va a ser su uso antes de encenderla solamente si no sabemos cómo vestir una vela).
Lo importante, sea como sea, es nuestra actitud, nuestra voluntad y nuestra constancia. Todo lo demás no va a servirnos de mucho si nosotros no ponemos algo de nuestra parte.

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martes, 11 de diciembre de 2012

Parábolas – El Soldado Herido que continuó luchando


La parábola de hoy tiene un sentido accesible, pero no por ello menos importante. Nos recuerda que no debemos decaer ante las adversidades, y que si nosotros nos rendimos en ese momento vamos a perderlo todo.

Se dice que una vez había un soldado que tuvo que ir a la guerra, y le tocó estar entre las primeras filas de infantería. Cuando la batalla comenzó, se lanzó raudo contra las filas enemigas y no vaciló en ningún momento en blandir su espada contra los enemigos que atentaban contra su vida.
Luchó bien, con fuerza y fervor, pero he aquí que una lanza enemiga penetró su armadura y alcanzó el brazo con el que asía la espada. Herido, con el brazo inhabilitado, el soldado corrió para cubrirse y trató de sanar la herida en el campo de batalla, descuidando su tarea ofensiva y defensiva. Así lo vio un general, que se le acercó para reprenderle por su reacción y le dijo “No descuides la guardia ni por un instante, no aflojes en tu lucha contra el enemigo, que es fiero y malvado, ya que la próxima lanza puede atravesarte, o alcanzarte alguna flecha mortal. ¡Junta todas tus fuerzas y sírvete de tu otra mano para blandir la espada, pues te va la vida en ello!”


Ésta parábola nos enseña que el enemigo, el Mal, siempre está al acecho; esperando encontrar en nosotros algún punto débil por el que atacar, tratando de minar nuestros puntos fuertes para hacernos caer.
En muchas ocasiones nos veremos atacados y dolidos, nos encontraremos con situaciones difíciles para cumplir los preceptos correctos de la bondad; pero no por ello debemos desfallecer. No podemos retirarnos y refugiarnos en el pensamiento de que no pasa nada.
El Mal, precisamente, se sirve de ello para seguir penetrando cada vez más en nosotros y tentarnos con otras transgresiones; que cada vez serán mayores a menos que nosotros nos impongamos y consigamos refrenarlo.
Debemos tener en cuenta para ello las palabras de David: “Si el espíritu del mal se exaltare contra ti, no dejes tu lugar; porque la flojedad hará posibles grandes ofensas.” Éstas nos enseñan que si no sabemos aceptar las heridas y levantarnos de nuevo, el mal seguirá penetrando en nosotros hasta que consiga destruirnos por completo; llevándonos cada vez por senderos más oscuros.

Así pues, seamos firmes y mantengámonos rectos. Que nada enturbie nuestro espíritu, ni flaquee nuestro corazón por adversas que puedan ser las situaciones que hayan de venir. Tengamos siempre presente al Santo, Bendito Sea, en nuestros pensamientos y que Él sea nuestro apoyo y nuestra fuerza en todo tiempo y lugar pase lo que pase.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Amuletos – (Mjölnir) El Martillo de Thor


El Martillo de Thor es uno de los elementos y amuletos más conocidos de la Mitología Nordica, ampliamente difundido en nuestros días es vastamente conocido por su forma. Pero son pocos los que conocen el origen y la utilidad del martillo Mjölnir.

Amuleto Mjölnir de bronze
La historia empieza, como es habitual en la mayoría de regalos de la mitología nórdica, con Loki como protagonista. Loki, el más artero de los dioses, cortó los cabellos a Sif, esposa de Thor; por lo que éste último no tardo en enfurecerse, persiguiendo a Loki y llegando casi a causarle la muerte, lo que habría conseguido si Loki no le hubiera prometido que a Sif le crecería de nuevo el pelo, esta vez de oro.
Así fue como Loki tuvo que acudir a los elfos oscuros. Encargó a los hijos de Ivaldi, seguro de su gran renombre, que labraran el regalo para Thor, así como otros para Freyr y Odín (Wotan). Pero la vanidad de Loki le llevó a presumir de que las artes de los hijos de Ivaldi podían superar con creces a las de cualquier enano (los seres más dotados para las manufacturas).
Dos hermanos, Brokkr y Sindri, aceptaron la apuesta; pues Loki se había jugado su cabeza en ello. Se pusieron a trabajar y emplearon piel de cerdo para el regalo destinado a Freyr, oro para la de Odín y Hierro para la de Thor. Tuvo, entonces, Loki miedo de perder su apuesta y, poco dispuesto a dejarse ganar, entró en la herrería de los enanos convertido en mosca; para picarles y provocar fallos en su obra; pero nada consiguió con ello.
Los regalos de ambas partes fueron espléndidos. El primero en presentarlos fue Loki, que regaló a Odín la lanza Gungnir; que podía alcanzar cualquier objetivo que se propusiera por difícil que fuera. A Thor le regaló la cabellera de oro prometida para su esposa Sif; y a Freyr el barco Skídbladnir que tenía la capacidad de poder albergar a tantos como fuera necesario, hacer que el viento soplara siempre a su favor y plegarse hasta poderse guardar en un simple bolsillo.
Los Ases quedaron maravillados, pero era el turno ahora de Brokkr. El enano regaló a Odín el anillo Draupnir, un anillo de oro del que cada noche surgían otros ocho del mismo valor. El regalo para Thor fue Mjölnir, el martillo, que podía golpear con tanta fuerza como fuera necesario, que podía cambiar de tamaño a voluntad, y que podía ser lanzado sin miedo a errar el objetivo teniendo el mismo la capacidad de volver a su portador por sí solo. Finalmente a Freyr le regaló un verraco con grandes capacidades. Era el animal más veloz sobre la tierra y podía incluso correr por los cielos y los mares si era menester. Alumbraba, además, a su paso toda oscuridad, por densa que pudiera ser.

Thor - Representación en un antiguo manuscrito
Los dioses juzgaron que el mejor regalo era, sin duda, el martillo Mjölnir que el enano Brokkr había traído a Thor. No solo era espectacular, sino que les permitiría ganar la guerra contra los Gigantes de la Escarcha; una guerra que ya se prolongaba demasiado.
Dieron entonces a Loki por perdedor y reclamaron los enanos su premio, la cabeza del dios. Sin embargo, Loki huyó y, cuando fue alcanzado, usó sus tretas para convencer a los enanos de que le dejaran la cabeza en su sitio. Pero Brokkr, ofendido aún con todo, usó la correa llamada Vartari para coser los labios de Loki y evitar que éste volviera a mentir.

El origen etimológico de la palabra Mjölnir no está demasiado claro en profundidad; pero si que se pueden adivinar sus orígenes. Mjölnir significa "demoledor" y hace referencia a la capacidad de pulverizar del martillo. Está relacionado con el verbo islandés mölva (aplastar) y mala (moler). Palabras similares, todas provenientes de la raíz protoindoeuropea melə se pueden encontrar en la mayoría de las lenguas europeas, e.g. las palabras eslavas melvo (demoler) y molotu (martillo), la holandesa meel (moler), la rusa Молот (molot - martillo), la griega μύλος (mylos - molino), las palabras latinas malleus(martillo) y mola (molino) y las inglesas meal (moler), mill (molino) y mallet (mazo). Se ha sugerido también que el nombre aparte de reflejar los fabulosos poderes de Mjolnir también podría aludir a la naturaleza agricultora de Thor, ya que en sus comienzos era una divinidad adorada por agricultores. Una teoría alternativa sugiere que Mjolnir podría estar relacionado con la palabra rusa молния (molniya) y la galesa mellt (ambas traducidas como "rayo"). Esta segunda teoría se relaciona con la idea de que Thor era el dios del trueno, por lo cual podría haber usado rayos como su arma.


Así pues, el poderoso Martillo de Thor (Mjölnir) es un amuleto que va a cumplir dos funciones principales, derivadas tanto de su etimología como de su empleo en la mitología.
La primera función es la de otorgar fuerza y vigor contra los enemigos. Llevar colgado el Martillo de Thor va a favorecer que nuestros enemigos caigan ante nosotros, pues nos otorga la fuerza necesaria.
En segundo lugar también es un amuleto de fertilidad. Una fertilidad que no se refiere solamente a la capacidad sexual, sino también material, mental y espiritual. El Martillo de Thor es bueno cuando deseamos hacer que algo prospere, ya sea un trabajo, una idea, un proyecto, un matrimonio, etc.
Aunque no se detalle, este amuleto también otorga vigor y fecundidad por lo que es excelente para mejorar las relaciones sexuales; especialmente masculinas, aunque también femeninas.

Este amuleto gozaba de gran difusión en la antigüedad y la edad media entre los pueblos nórdicos. Son muy numerosas las reproducciones que de él se han encontrado en todo tipo de materiales, y aunque Thor fuera un dios eminentemente aclamado por las clases populares, también las clases altas solían lucir el martillo como amuleto.
Si buscamos su relación con la fertilidad, recordaremos que Thor es una divinidad de la fertilidad agrícola. Su fuerza, su más famoso atributo, es el vigor de la tierra y los truenos (no rayos) y sus efectos, los rayos, son causados precisamente por los golpes de Mjölnir.
Thor siempre luchaba con éste fabuloso martillo y se decía que allí dónde sonaban los truenos estaba él en alguna de sus empresas contra los enemigos de los hombres y del Asgard.
Precisamente la función protectora del martillo, contra los enemigos, se deriva del otro aspecto del dios. Thor, hijo de Odín, fue nombrado por su propia voluntad como el Defensor de la Humanidad.

Así pues, el martillo es un poderoso amuleto con grandes virtudes para aquél que quiera llevarlo colgado; pues debe llevarse preferiblemente colgado. No obstante, también podemos tener representaciones del mismo en materiales varios como decoración en la casa; siempre que sean naturales.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Hermetismo – Los Siete Principios Herméticos II


El segundo de los Siete Principios Herméticos nos dice: “Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba
Al respecto, nos dice el “Kybalión”: “Este principio encierra la verdad de que hay siempre una cierta correspondencia entre las leyes y fenómenos de los varios estados del ser y de la vida.

Esta afirmación es, sin duda, una de las más profundas. Nos permite alcanzar, por medio de la reflexión, distintas verdades que emana de la misma; de las que vamos a mencionar solamente tres, a partir de las cuales cada uno puede desarrollar sus propias extensiones.
En primer lugar, este principio nos dice que nada de lo que somos o lo que tenemos aquí abajo es casual; sino que halla su correspondencia en lo alto. Asimismo, nos sirve para entender que cuando obramos bien en lo bajo, hallamos recompensa también en lo alto; lo mismo que si lo hiciéramos al revés.
En segundo lugar, nos da la llave para poder revelar el futuro, o presente, que nosotros deseemos; pues da a conocer la intrínseca relación existente entre lo que conocemos como cuerpo, mente y espíritu. Estos tres aspectos, son, en realidad, tres manifestaciones distintas de una misma cosa; el ser.
Finalmente, nos permite comprender que el mundo que nos rodea, y sus leyes, son reflejo de cómo son las cosas en lo alto. Las distintas manifestaciones de la vida (desde los minerales, a las plantas, los animales o nosotros mismos) y los estados de consciencia de unos y otros, son parte integrante de un gran esquema; del que nosotros no somos la cúspide.

Si nos centramos ahora en el primer punto, entenderemos que todo aquello que poseemos aquí (y el cómo lo poseemos), así como lo que nos sucede a diario, es un reflejo del cómo somos en realidad en lo alto.
Por ejemplo, uno pudiera pensar que es excelente porque en esta vida ha alcanzado grandes riquezas; pero estaría olvidando entonces la forma en la que las consiguió. Si no fue honrado, jamás podrá pensar con razón que su alma es elevada en lo alto. Sin embargo, aquél que goza de una vida digna y justa, equilibrada, lograda justamente, aunque no sea el más rico ni nada parecido, bien podrá saber que en lo alto ha alcanzado un buen lugar; sin que ello signifique que puede dormirse.
Sencillamente debemos llegar a entender que todo lo que somos y lo que tenemos aquí abajo es consecuencia directa de nuestro yo superior; un reflejo de cómo somos nosotros en lo alto. Sin por ello poder pensar, sin más, que cuando obtenemos algo bueno es porque hemos hecho bien o que cuando las cosas van mal, nos hemos equivocado. Pero este es otro tema a tratar más adelante.
Quedémonos con la idea de que, también con nuestros actos en lo bajo, podemos modificar nuestro yo en lo alto; para bien y para mal.

Si nos detenemos en el segundo nivel de análisis, recordaremos la unidad del cuerpo, la mente y el espíritu; pues los tres son sencillamente manifestaciones de una sola cosa: el ser. Nuestro Yo Superior se revela en lo material a través de un primer nivel, el espíritu, que es el más elevado. Seguidamente nos muestra la mente, que está a medio camino entre lo espiritual y lo material; y, finalmente, el cuerpo; hecho a imagen y semejanza del Eterno como debe desprenderse de el enunciado que nos ocupa.
Así, a través de estas herramientas podemos ser capaces de conectar con lo alto. Estos elementos son los que nos conducen a la unidad y permiten que el primer enunciado sea válido. Pero también nos enseña que con ellos podemos actuar para modificarnos.
Si antes veíamos que lo que nos sucede en lo bajo es un reflejo de nuestra situación en lo alto, ahora vemos que somos capaces de modificar lo alto para influir en lo bajo. Para ello debemos servirnos de las Leyes Universales y aplicarlas correctamente. Si nosotros relajamos nuestro cuerpo, concentramos nuestra mente y conectamos con el espíritu, veremos que pronto podemos empezar a dibujar otra realidad, distinta a la que conocemos.
El cuerpo físico es el vehículo que nos permite estar en lo bajo para avanzar; en tanto que la mente es el medio por el que se nos permite investigar los caminos que han sido puestos a nuestro alcance; unos caminos que solamente llegaremos a comprender realmente si nuestra mente se halla en comunión con el cuerpo y el espíritu, pues sin éste último no podríamos entender nada; solamente memorizaríamos cosas que no tendrían sentido alguno para nosotros.
De este modo, a través de la conexión con el espíritu podemos empezar a trabajar. Si sabemos que el abajo es un reflejo del arriba, y viceversa, trataremos de cambiar el arriba para modificar el abajo; pero ello solo es posible cuando desde abajo hemos modificado ya el arriba. Para entendernos, aquél que ha logrado aquietarse y alcanzar la comunión con lo alto es porque en lo bajo ha obrado bien; logrando mejorar lo alto lo suficiente como para propiciar el acercamiento. Por ello ahora podrá modificar lo alto, por ejemplo transmutando lo negativo en sí mismo, para que eso revierta positivamente en lo bajo y le abra aún más puertas.

Por último, hemos dicho que el ser humano no es la cúspide del sistema; por encima de nosotros existen muchas otras formas de vida más elevadas; vibrando a niveles superiores al nuestro y con las que nosotros no podemos conectar en la mayoría de los casos.
Pero todo halla su igual, todo tiene su parte en lo alto. Hasta un piedra, un mineral es el reflejo de una consciencia en lo alto. El hecho de que nosotros no podamos apreciar su evolución, no significa que no exista. Todo cuanto nos rodea encuentra su semejante, es la forma material de un estado particular en lo alto.
Así, podemos ver en nosotros mismos, en nuestras limitaciones y en nuestras virtudes, una lectura de cómo somos en lo alto. Eso nos va ayudar a comprender nuestra misma imperfección, y el camino que aún nos queda por recorrer.

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martes, 4 de diciembre de 2012

Yo Soy – La Ley del Perdón


Una de las enseñanzas más valiosas del Yo Soy es precisamente la Ley del Perdón. Por ésta ley debemos aprender a perdonar los errores, tanto los de los demás como los nuestros propios. Y aunque nos pueda parecer, de entrada, sencillo, o quizás un poco exagerado, la verdad es que es un paso realmente importante si realmente deseamos avanzar.

¿Por qué es importante perdonar y perdonarnos? Porque cuando conseguimos perdonar los errores cometidos es cuando realmente quedamos desatados y podemos avanzar. Jamás podremos pasar página o superar una situación si no somos capaces de perdonar.
A veces pensamos que hemos conseguido superar nuestro pasado, y dejar atrás las malas experiencias, cuando, en muchas ocasiones, sencillamente hemos apartado eso de nuestra memoria y nos sigue doliendo como la primera vez el día que, por casualidad, vuelve a nuestra mente. Por ello es primordial que prestemos atención a la capacidad de perdonar; pues realmente ésta será la que nos libere y nos permita gozar del presente y avanzar sin obstáculos.


Puede que algunos piensen que hay cosas difíciles de perdonar, y realmente tienen razón, como por ejemplo una traición, un asesinato, una violación (o otros sucesos igualmente penosos). Pero eso no nos exime, no nos da permiso para olvidarnos de la Ley. Todos sabemos, como ya hemos hablado anteriormente, que el Bien y el Mal son consideraciones humanas para referirse a la Verdad y a lo Falso.
Por ello es que debemos tener presente que el que nos dañó, o si nosotros hicimos algún daño, es alguien que anda errado, en los caminos de la falsedad. Así pues, solamente el Padre es capaz de juzgar a cada uno por sus actos con equidad. Nosotros debemos ser capaces de perdonar el error de la otra persona, como el nuestro, y pedirle al Padre que sea Él el que los juzgue como sea oportuno mediante la Justicia Divina (de la que hablaremos más adelante).

¿De dónde emana la Ley del Perdón? La raíz del Perdón no es otra que el Amor Universal, el elemento que mantiene unida toda la Creación. El Padre es una fuente de Amor Infinito, pues Él nos ama a todos y a todo, pues de lo contrario no habría cohesión en el Universo, ni en la existencia en todos sus niveles.
Así sabemos que todos somos parte de Él, desde los más pequeños hasta los más grandes, desde el más brillante de los seres hasta el más oscuro de ellos. Dicen que “Perdonar es divino” y realmente el Perdón es el acto que más nos acerca y asemeja al Creador. Seamos conscientes de que todos somos hijos de Él, que el Mal es solamente la manifestación externa y material del ser que reside en verdad dentro de cada uno. Dentro de cada uno de nosotros, meros recipientes, habita nuestro verdadero yo, un ser espiritual de pura luz, que unos hemos hecho emerger más, o menos, y que otros tienen encarcelado; pero presente aún con todo.
He aquí entonces la importancia del Perdón, pues ¿cómo no íbamos a poder perdonar a un espíritu tan puro como nosotros mismos, que además tiene la desgracia de verse encarcelado tras la cortina de la falsedad?

Aprendamos a perdonar a los demás, fijándonos en su verdadera esencia, y a nosotros mismos. Deseemos que cada uno encuentre el camino de la Luz y abandone el camino de la mentira y el engaño para siempre.
Si nos sentimos realmente dañados por algo, no actuemos jamás en contra de nuestros enemigos, neutralicemos su poder y pidamos al Padre que sea Él quien medie Justicia según sus leyes. Perdonemos a la persona y tratemos de devolverle todo el Amor del que seamos capaces. Hay una maravillosa frase que nos dice “Bendigo al que me maldice”. Porqué así la bendición del Padre entra en ese ser, y hará que recapacite por sus actos y él mismo empiece a enmendarlos.

No deseemos nunca el mal a nadie, por mucho que nos duelan sus errores, concentrémonos en ser personas de bien; con independencia de lo que los demás quieran para nosotros, de lo que hagan o lo que piensen.

Tengamos siempre para los demás

+ Aclamación a la Ley del Perdón: “Yo Soy la Ley del Perdón y la Llama Consumidora de toda Acción Inarmoniosa y de la Consciencia Humana

Yo Soy la Magna Presencia mandándote la plenitud de mi Amor Divino para bendecirte y para que prosperes

Yo Soy la presencia del perdón en la mente y el corazón de cada uno de los hijos de Dios

Nos dice el Amado Maestro Saint Germain: “Los estudiantes deben en todo momento recordar que no importan los errores que hayan cometido. Dios jamás critica ni condena, sino que en cada tropiezo dice dulce y amorosamente «Levántate, hijo, y comienza de nuevo, continúa ensayando hasta que logres la verdadera victoria y la libertad de tu dominio divino»

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lunes, 3 de diciembre de 2012

Tarot – La Historia que nos cuenta el Tarot


Lo más habitual cuando alguien empieza a interesarse por el Tarot es que quiera conocer los significados de cada uno de los Arcanos; prioritariamente los Arcanos Mayores, pues los Arcanos Menores acostumbran a parecernos demasiado entretenidos y aparentan requerir un mayor esfuerzo.
Sea como sea, queremos aprender a leer los Arcanos lo antes posible; y nos enfrascamos en la búsqueda de los significados antes que preguntarnos por qué tienen ese significado. Así es como, en muchas ocasiones, nos resulta complicado comprender una u otra carta; pues en vez de ver la raíz de su significado, tratamos de encontrar el mismo de forma independiente.

Es por esto que hoy quiero publicar la Historia que nos cuenta el Tarot; una historia que empieza con nuestro nacimiento y termina con nuestra unión al Padre Creador. Claro está, existen variantes de esta visión (algunas que comparto y otras que considero equivocadas); pero expondremos aquí un esbozo de mi visión particular (que coincidirá más o menos con alguna que ya conozcamos) para que cada uno desarrolle por si mismo su propia historia.


0 - El Loco
Todo empieza con nuestro nacimiento (0 – El Loco / El Arcano sin número). El Creador nos da a luz y nos encontramos, en nuestro primer contacto con la realidad, solos y desamparados; sin ninguna guía o punto de referencia; estamos solos. Pero aunque estemos solos, tenemos en realidad todo lo que podamos necesitar; el mundo está a nuestros pies y en nuestro interior se hallan todas las respuestas y las herramientas que deberemos emplear.
Una vez se ha puesto en marcha el reloj universal, y la arena empieza a caer, ya no hay marcha atrás; y debemos entonces actuar (1 – El Mago). Contamos con todas las herramientas, ya dispuestas ante nosotros, y hemos tomado la vara de poder que nos capacita para la acción; así pues, podemos empezar a trabajar.
No obstante, pronto nos damos cuenta de que nuestro trabajo requiere de una guía, de una estructura y empezamos a investigar (2 – La Suma Sacerdotisa) las Leyes Universales y la forma más apropiada de utilizar las herramientas de las que disponemos; esperando que así podamos llegar a crear de un modo perfecto.
El estudio va a prolongarse en el tiempo, pero no deja de llegar el día en el que dominamos nuestras herramientas y las artes de la creación; y entonces empezamos a crear (3 – La Emperatriz) libremente, pues nada hay que escape a nuestras capacidades una vez hemos dominado el arte. Y así llenamos nuestro mundo con todo aquello que queremos, creamos nuestra realidad a cada paso que damos porqué somos hábiles para ello.
Y no tardamos en sentirnos amos (4 – El Emperador) y señores de todo lo creado. Nosotros decidimos qué debe estar y qué no, somos los creadores de esa realidad y tenemos la capacidad de gobernarla a placer; sin que haya otra autoridad que nosotros.
Pero la distancia entre nosotros y nuestra creación nos va a parecer insoportable, y nacerá en nosotros la voluntad de mejorarla (5 – El Sumo Sacerdote) a fin de que sea tan perfecta como nosotros mismos. Querremos verter en ella lo mejor de nosotros y por eso vamos a dotarla de vida y conocimiento.
7- El Carro
Así abriremos los caminos (6 – Los Enamorados) que han de servirnos para conectar con nuestra creación, y a ésta con nosotros. Buscaremos la alianza y la unión de lo que un día estuvo en origen mezclado con nosotros en nuestro pensamiento. Nace en nosotros el sentimiento del Amor que va a permitirnos conectar y dejar que nuestra creación vuelva a sus orígenes.
Así es como, por fin, al unirse la creación con nosotros (7 – El Carro) ya no va a haber barreras entre ambos; y podremos circular libremente y sin impedimentos. No habrá límites o fronteras, en un instante de nuestro pensamiento podremos recorrer de un extremo al otro todo lo creado y seremos al fin, capaces de cabalgar sobre la misma.

Aquí concluye el primero de los tres ciclos de la Baraja; en el momento en el que hemos logrado la unidad con nuestra creación y hemos obtenido tal dominio que no existe nada que no podamos llevar a la manifestación. Pero debe empezar el segundo ciclo, en el que dejamos atrás el mundo de la materia para adentrarnos en el mundo de la mente; del que el carro es el estadio primigenio.

Al haber logrado la unión, y ser capaces de traspasar el tiempo y el espacio, nace en nosotros una nueva concepción; la idea del Bien y del Mal (8 – La Justicia) de los que solamente nosotros vamos a ser los jueces. En nuestra creación vamos a tener el poder de juzgar, y nosotros también seremos juzgados, pues somos uno con ella.
Pero este conocimiento nos abruma, y nos devuelve a un estadio de búsqueda (9 – El Ermitaño) dónde nuestro ser va a tratar de desentrañar qué es bueno y qué es malo. Para ello es necesario recorrer un largo y angosto camino, lleno de experiencias, todas ellas necesarias para poder aprender a juzgar con equidad y alcanzar nuestra meta del Bien.
Así es como llegamos a la consciencia (10 – La Rueda de la Fortuna). En este escalón alcanzamos el saber y podemos conocer de antemano el resultado de cualquier acción que emprendamos dado que, tras nuestras experiencias, hemos podido comprobarlo y aprender lo necesario. Sabemos a qué va a conducirnos el Bien y a qué el Mal.
14 - La Templanza
Es por ello que tomamos la firme decisión (11 – La Fuerza) de proceder para bien empleando los conocimientos adquiridos en el camino. Comprendemos que en nuestra mente reside un gran poder y que a nada va a conducirnos el atarnos a lo material, por lo que empezamos a trabajar con la mente ya despierta.
Llega entonces el momento de asumir la responsabilidad de nuestras decisiones (12 – El Colgado) y, aunque éstas puedan suponer un esfuerzo, debemos cumplirlas. Por ello nos deshacemos aquí de todo lo material, empezamos a romper los lazos que nos unían a nuestra creación y asumimos que la misma ya ha cumplido su cometido, que ha de integrarse al Padre y nosotros volver a nuestro estado primigenio en el que todo lo que poseíamos estaba en nuestro interior.
Cuando, por fin, lo conseguimos es cuando se obra en nosotros el gran cambio (13 – La Muerte), ya que vamos a abandonar todo el mundo material, sustentado en nuestras obras y pensamientos, para dejar paso únicamente al mundo del espíritu. Debemos dejarlo atrás para acceder a ese nivel superior.
Y así llegamos al mundo del espíritu (14 – La Templanza) en el que hallamos el equilibrio, la paz y la serenidad que durante tanto tiempo ansiábamos encontrar. Vamos, entonces, a conciliar las aguas y nuestros sentimientos serán lo único que permanezca.

En este punto finalizamos el segundo ciclo, dónde abandonamos lo material y mental para acceder al mundo del espíritu. Abrimos las puertas que dan paso al mundo del espíritu, hemos encontrado la paz y debemos prepararnos para asumir la última fase de nuestro camino. Y aquí tenemos el reposo necesario antes de continuar. Pues ahora nos toca trabajar los sentimientos y aún quedan las pruebas más duras antes de poder llegar al final.

A lo largo de nuestra experiencia, nuestro espíritu lo ha conocido todo; y debe aprender ahora a desprenderse de todo sentimiento que le ate a lo anterior (15 – El Diablo). Debemos afrentar el ego y seguir adelante sin dejarnos seducir por los poderes del espíritu. Hemos completado el dominio sobre los Cuatro Reinos (Elementos) y tenemos la capacidad de crearlo todo, pero no podemos dejarnos seducir por eso; sino que debemos aceptar que somos uno con el Padre y nada nos pertenece, pues del mismo modo que antes unificamos nuestra creación con nosotros, nosotros vamos a unificarnos ahora con Él, el Padre.
21 - El Mundo
Por ello el siguiente paso es la aparente destrucción (16 – La Torre) de todo lo creado, porque lo entregamos todo en manos del Creador, y nuestra creación pasa a ser parte de la Creación del Padre y nuestras obras las de Él. Lo perdemos todo, antes de poder seguir y, en cierto modo, lo hacemos para volver a ser como El Loco.
Así, cuando nos liberamos de todo lo que nos ataba a nuestra creación y nos hemos entregado en manos del Padre, nuestro espíritu nace de nuevo (17 – La Estrella) y resurgimos de las cenizas. Habíamos aprendido a ser justos al alcanzar el espíritu, La Templanza, y a dejar que las cosas fluyeran; pero ahora nos hallamos por encima de los conceptos del Bien y del Mal, que rechazamos y volcamos; pues sabemos que éstos son meramente conceptos humanos y que en la Verdad del Padre no existen. Allí solo está la Verdad, la Realidad y todo aquello cuanto no es, sencillamente No Existe.
Al comprenderlo, y vaciarnos de todo lo anterior, dejamos lugar a cosas nuevas (18 – La Luna), nos convertimos en un recipiente útil para albergar y reflejar todo lo que nos llega directamente del Padre. Por ello aquí alcanzamos la capacidad de la intuición, el don de la iluminación, porque ahora somos capaces de recibirlo sin obstáculos. Pero en este estadio solamente somos capaces de reflejar esas características.
No obstante, no tardaremos en aprender de ello y ser capaces de brillar con luz propia (19 – El Sol), conviertiéndonos nosotros mismos en dioses. Alcanzamos el máximo nivel y ya no solo canalizamos la Luz del Padre; sino que nosotros mismos nos hemos hecho hábiles para emanar nuestra propia Luz; que es la suya en realidad pero florecida en nuestro interior.
Así llegamos al tiempo de ser juzgados (20 – El Juicio). Todo nuestro recorrido será juzgado, y seremos llamados en el momento en que nuestro espíritu sea realmente puro. Seremos llamados a entrar en el seno del Padre, a completar la unión final con nuestro Creador y pasar a formar parte de Él.
Finalmente, tras el duro camino, alcanzamos la plenitud (21 – El Mundo) y pasamos a ser parte integrante del Padre. Nos fundimos en su esencia eterna, la Eternidad vuelve a ser nuestra y el tiempo, ya antes detenido, desaparece por completo; pues en la Eternidad no existe ni principio ni final. Hemos alcanzado la meta y la unificación; nos hemos convertido, de nuevo, en lo que éramos al principio. Así se completa el ciclo y el círculo de la existencia.
Somos ahora de nuevo, El Loco, pues el Padre no tiene más guía que si mismo; en su interior están todas las herramientas que necesita, pero es solo un potencial que necesita de una expresión para poder mostrarse, igual que el que veíamos al principio. Por ello el Loco no tiene número alguno; porqué Él está por encima de todo, es el Principio y el Final de todas las cosas aún cuando Él mismo no tiene ni principio ni fin.

El Loco
Concluye aquí, con esa reflexión, el último de los ciclos del Tarot, asociado al espíritu. Como hemos tenido ocasión de ver, pasamos por las tres fases: Material, Mental y Espiritual.
Nosotros somos de la opinión, como ha quedado demostrado, de que es un absurdo colocar al Loco al Principio o al Fin de la Baraja; pues es en realidad Principio y Fin en sí mismos sin ser ninguno de ellos en realidad.
Podríamos ir más allá, pero que sea cada uno el que extraiga sus propias conclusiones. Esta es nuestra versión de la historia que cuenta el Tarot, sin esperar entrar en conflicto con nadie. Aunque hoy hemos representado la versión tradicional del mismo, Esquema Marsellés, pronto publicaremos un artículo sobre el la posibilidad de entender el Esquema de Raider Waite. Veremos que las diferencias entre ambos pueden conciliarse según el modo en que los interpretemos.

martes, 27 de noviembre de 2012

Magia Práctica – La Luna y sus Fases


Quien más quien menos ha oído hablar de los poderes de la Luna, y ciertamente es un tema de extensión considerable. El astro lunar ha estado presente como un importante punto de referencia en todas las grandes culturas, religiones y cultos; y no solamente en los paganos, sino también en los religiosos de muy diversas doctrinas.
Hoy solo hablaremos de cómo aprovechar las Fases Lunares, pues circulan muchísimos mitos al respecto. Tanto es así que, para algunos, la Luna es algo que no merece la pena considerar; algo demasiado evidente y de poco valor, recargado de mitos absurdos. Pero caer en ese error no nos va a conducir a nada.
Luna Llena
La Luna es el astro más próximo a la Tierra, uno de los planetas considerados en la Astrología como uno de los regentes de los días de la semana (Lunes). Pero no solamente la Astrología trabaja con la Luna, pues en magia es esencial el conocimiento de sus fases a la hora de llevar a cabo cualquier ritual; sin importar que hablemos de magia cabalista, magia natural, celta, egipcia, etc.

Así pues, lo primero que debemos conocer es algo sencillo y es para qué se emplea cada una de las fases lunares; para luego entrar en mayores detalles.


- Luna Nueva: La ausencia de Luna es propicia para hacer desaparecer todo aquello que queramos, para vaciar algo, una circunstancia, etc.

- Luna Creciente: Aprovecharemos el Cuarto Creciente para dar fuerza y hacer crecer todo lo que nos pueda interesar.
- Luna Llena: El lapso de Luna Llena es excelente para dar vida, para llenar y para hacer abundar todo cuanto nos sea menester.
- Luna Menguante: Durante este periodo tenemos una ocasión excelente para menguar todo lo que deseemos, aquello que nos perjudique o que se nos esté yendo de las manos.

Como podemos apreciar, no es difícil en absoluto recordar, o distinguir, para qué puede emplearse cada una de las fases. Sin embargo, es crucial tenerlo presente y saber en cada momento con qué luna contamos.
Antes de continuar, deseamos aclarar que, aunque estos sean los usos, nosotros también podemos adaptarlos a lo que deseemos. Es decir, si queremos atraer el dinero a nuestro hogar, por ejemplo, no tenemos por qué esperar a tener Luna Creciente. Si nos encontramos en Luna Menguante igualmente podremos trabajar, bastará con que adaptemos nuestro pedido. Una solución eficiente sería pedir, por ejemplo, “Que mengüen todas las dificultades y los obstáculos que impiden que llegue dinero a mi casa”, luego, en Luna Nueva, podremos decir “Que del mismo modo que hoy no se ve la Luna, que en mi vida no haya obstáculos que impidan la afluencia de dinero hacia mi hogar”, etc.

Pero no basta con esto, antes de llevar a cabo ningún trabajo sería bueno recordar algunos consejos y reglas que pueden ayudarnos y que debemos tener presentes para cumplir.

  • La Luna Nueva y sus inconvenientes: Tradicionalmente la Luna Nueva es el momento preferido por las brujas (no las buenas en este caso), hechiceros, y demás personas dedicadas al ejercicio de las artes del mal, para actuar.
    La Norma dice: La norma nos dice que jamás haremos un ritual en Luna Nueva si podemos evitarlo. Es decir, nos abstendremos ese día de pedir lo que estemos pidiendo.
    Hay Salvedades: No obstante hay ocasiones en las que sí podremos actuar para bien. Esto será cuando:
    • 1. Estemos realizando un ritual de duración determinada que caiga en días de Luna Nueva. Por ejemplo, si empezamos un ritual de 40 días, sabemos que alguno de ellos va a ser Luna Nueva, pero no debemos dejar de realizar ese trabajo.
    • 2. Está permitido cuando el mismo ritual indique su inicio, o fecha en especial, que incluya estos días. Es decir, cuando el ritual en concreto deba empezarse en Luna Nueva o debe tener su parte en la misma; por ejemplo en rituales que siguen las 4 Fases Lunares.
Fases Lunares
La Luna Creciente suele ser excelente, y, de hecho, los cabalistas aprovechan el primer día de Luna Creciente para hacer los rituales de bendición a la Luna; así como para preparar el Agua Bendita.

La Luna Llena es por todos conocida y son muchos los rituales que se celebran. Generalmente éstos están relacionados con la fertilidad, la abundancia y la plenitud. Existen muchos rituales para favorecer la concepción, y durante los días en que rige se potencia la intuición de las personas.
No obstante, la Luna Llena también tiene la cualidad de aflorar todas las características de las personas, tanto buenas como malas. Marca un periodo de gran actividad en el que la persona muestra su mejor y su peor cara, por lo que tanto magos “buenos” como “malos” trabajan a fondo estos días.

La Luna Menguante es, quizás, sobre la que pesan mayores prejuicios. Hay quien tiene sus reticencias a trabajar en los días de Luna Menguante, temiendo que ésta no aporte el resultado de abundancia deseado.
Sin embargo, es un error común y grave. La Luna Menguante es excelente para transmutar lo negativo que nos pueda estar impidiendo la llegada de algo bueno. No debemos olvidar que, si algo obstruye el paso, por mucho que pidamos siempre nos va a llegar en menor cantidad de la que esperamos. Así pues, la Luna Menguante es una gran aliada para aliviar los males que nos oprimen, para protegernos de algún trabajo mágico, etc.

Más adelante hablaremos sobre algunas posibilidades concretas que ofrece la Luna, incluyendo algunos rituales sencillos. Sea como sea, prestemos más atención a la Luna; ese cercano astro que en nuestra cultura urbanita hemos tendido a olvidar cada día más.
No olvidemos que la Luna es nuestra Madre, que de ella viene la intuición y que ella alimenta el conocimiento de los que se dedican a las artes ocultas (en bien o en mal). Su influencia es clave, y ella misma refleja la Luz del Sol; es el gran testigo.

Cuentos – Cuentos Jasídicos II


Una de las enseñanzas del jasidismo, de acuerdo con la Torah y el Judaísmo, es el respeto por el prójimo y el mantenimiento del buen comportamiento en todo tiempo o lugar. Al respecto, publicamos el siguiente cuento.

El Rabí Lo Iadúa, el Desconocido, decía: “Nuestro prójimo no es alguien abstracto, ni mucho menos siempre el mismo. Prójimo es quien pasa a nuestro lado y entra en relación con nosotros, en cualquier lugar y en cualquier tiempo. Son distintos hombres y mujeres pero la misma humanidad, hijos del padre Adán.” Yoshúa ha-Notzrí dijo: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen. Ellos, los enemigos, son la escuela, la enseñanza, el maestro circunstancial. Pero si atentan contra nuestra vida debemos salvarla, pues la nuestra no es nunca, jamás, menos importante que la suya. Que el prójimo sea un maestro duro no significa que le permitamos convertirse en nuestro asesino”.


Así pues, se nos enseña que todos formamos parte en realidad de un gran conjunto que es la humanidad; que todos somos hijos de Adán, y del Eterno. Debemos tener eso presente para no olvidar que el prójimo, como se dice, no es algo abstracto sino algo con lo que entramos en contacto constantemente. Y del mismo modo que el prójimo está ahí, nosotros también debemos cumplir diligentemente con nuestras obligaciones, estando atentos para no equivocarnos cuando entremos en contacto con ese prójimo; sabiendo que lo que hacemos solo tiene valor si lo aplicamos.

¿Por qué nos dice que bendigamos al que nos maldice? Porque eso nos hace libres, la capacidad de perdonar y ver en los demás lo bueno es lo que nos distingue. Aunque los demás puedan acecharnos, nosotros no podemos caer en la tentación de hacer el Mal, debemos ser rectos y actuar siempre para bien. ¿Cuántas veces no nos demuestra la mayoría que no es un ejemplo a seguir? Tengamos este presente y hagamos lo que sabemos que es correcto, no importa como los demás vayan a tratarnos; nosotros debemos hacer las cosas bien, y si nos equivocamos, el error es solo nuestro.
Esto, sin embargo, no quiere decir que permitamos al malvado obrar con libertad. Nosotros tenemos el derecho y la obligación de protegernos; porque somos hijos del Creador y nadie salvo Él puede decidir sobre nosotros.
Así, cuando alguien nos ataca; tenemos obligación de protegernos y hacer lo que sea menester, siempre para bien, para frenar y eliminar todo peligro. No vamos a quedarnos, entonces, de manos cruzadas esperando a poner la otra mejilla; sino que nos defenderemos y emplearemos nuestras mejores armas: la transmutación y el perdón; esperando que se deshaga todo el mal que nos envía la persona y deseando que la misma se de cuenta de su error; que el Eterno la juzgue con su Justicia Divina y haga lo que mejor deba hacerse.

Recalcamos la importancia de nuestras vidas, y la importancia de defenderla a toda costa. La defensa no solo es legítima, sino que está obligada. Obremos rectamente y con el Bien como objetivo, sin rencor ni ánimo de venganza y hagamos lo que sea menester.

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lunes, 26 de noviembre de 2012

Metafísica – Pensamiento, Palabra y Obra


Muy a menudo hemos visto relacionar estos tres conceptos. Son las tres fases por las que uno pasa antes de realizar algo, o cuando quiere mostrar algo. Pero si nos detenemos a observar en cuantas ocasiones lo uno se corresponde con lo otro, veremos que no acostumbra a ser tan frecuentemente como cabría esperar.
Pensemos solamente en las veces en que nosotros mismos decimos aquello que pensamos. Lo más habitual es que antes de decir algo, pensemos y analicemos la situación; sobretodo a la persona que tenemos delante. Si es de confianza, si no lo es; si la conocemos o no; en qué va a pensar de nosotros, etc.
Nos encontramos entonces con que muy pocas veces expresamos lo que realmente pensamos por medio de la palabra. Y que, cuando lo hacemos, es siempre con alguien que goza de nuestra confianza. En el resto de ocasiones nos escudamos tras un muro de excusas, en las que priman la opinión social, nuestra reputación, nuestra imagen, lo que los demás puedan pensar de nosotros, y un largo etc.
De este modo, adaptamos en mayor o menor medida nuestro pensamiento para que encaje dentro de un estándar social aceptado. Queda descartada entonces la conexión entre el pensamiento y la palabra; por lo menos por el momento.

Pero la palabra no solo la usamos para expresar pensamientos, también la usamos para tratar de influir en los demás de un modo u otro. A veces porque queremos dar un consejo a un amigo que se encuentra en una situación delicada, otras porque estamos en desacuerdo con lo expuesto por una persona y queremos que recapacite y entienda, o participe, de nuestro punto de vista.
Es en esta situación cuando, muchas veces, nos ponemos a nosotros como ejemplos para lo que queremos que entienda el otro: “Pues yo haría tal cosa” o “¿Cómo puedes pensar eso? ¿No ves que eso no se puede hacer?”.
Y en esos ejemplos o consejos recurrimos a nuestros ideales mentales, al pensamiento. Pero ocurre que no siempre cumplimos con aquello que predicamos. Nos resulta muy fácil marcar pautas para los demás, como si nosotros las cumpliéramos, cuando, a veces, no podemos ponernos por ejemplo de aquello que estamos diciendo.
Luego, nuestras obras no se corresponden con lo que realmente pensamos o decimos. Y puede ser que lo que decimos, a su vez, tampoco se corresponda con lo que pensamos.

Pongamos un ejemplo: El sujeto A piensa que es absurdo escuchar a los ancianos, porque ellos viven en el pasado y no entienden el presente. Pero un día, mientras va por la calle, un hombre mayor se le cruza y empieza a hablar con él de que la juventud no respeta a los mayores.
Él, que no quiere quedar mal, le dirá al hombre que realmente es así, que por desgracia hoy en día las cosas están muy mal y esto no puede ser; porque la gente mayor tiene una experiencia que hay que respetar y de la que hay que aprender.
Una vez ese hombre se haya ido, el seguirá su camino; y mantendrá su idea de que el hombre mayor realmente estaba solo y no tenía nada mejor que hacer que hacerle perder su tiempo.

Pero por el camino, su pensamiento, su palabra y su obra poco se han correspondido entre sí. Aunque él piensa que es absurdo atender a los mayores, ha prestado oído a sus palabras para no quedar mal y le ha dicho al hombre aquello que quería escuchar. Su palabra ha ido en contra de su pensamiento, y su acción en contra de la palabra y el pensamiento. Porque aunque se quedara con el anciano, le ha dicho solamente lo que quería oír para sacárselo rápidamente de encima. Así le ha prestado un atención que no corresponde a su pensamiento y una actitud que no concuerda con sus palabras.

Este es un ejemplo de lo que suele ser más habitual, aunque por suerte no siempre sean las cosas de este modo. Hay gente capaz de coordinar sus tres niveles y ser coherente.
A nivel metafísico podemos ver que el pensamiento y la palabra van unidos; en tanto que la acción está separada de los anteriores. ¿Por qué? Porque aunque antes hemos visto que no tienen por qué ir unidas, también es verdad que tendemos a expresar a los demás nuestros ideales cuando queremos quedar bien. Cuando queremos mostrarle a alguien un consejo, siempre lo hacemos desde lo que nosotros consideramos que es lo mejor, lo más correcto. Y ahí si que el pensamiento se corresponde con la palabra.
Sin embargo, la acción queda desmarcada. Ella supone la puesta en práctica de lo que antes se hallaba solamente a un nivel teórico. Pero aunque así sea, sabemos que son nuestras acciones las que nos definen. Es por nuestras acciones por lo que los demás nos conocen y por lo que tienden a valorarnos. No importa lo que pensemos o lo que digamos, pues cuando alguien está descontento con nosotros por algo que hemos hecho no se va a fijar en si pensamos una cosa o decimos otra; va a importarle lo que hagamos y cómo obremos con él.

Y todo esto tiene aún un segundo trasfondo; puesto que en metafísica pensamiento, palabra y obra son un solo conjunto. La Metafísica nos enseña que todo lo que pensemos, digamos o hagamos tiene su repercusión energética.
¿Implica esto que todos los niveles encajan de por sí? No. Aún quien sabe esto puede pensar que tampoco es para tanto, aunque se empeñe en decirle a los demás lo contrario. Así esa persona no va a preocuparse mucho por controlar sus palabras o sus obras; siendo que su acción global queda en una acumulación de factores positivos y negativos.
Por ello en Metafísica lo que se valora también son las obras, con la única excepción de que la obra en metafísica trasciende nuestros actos materiales para implicar también la palabra y el pensamiento. Así, deberemos obrar correctamente en nuestras acciones, obrar correctamente en nuestras palabras y obrar correctamente en nuestro pensamiento.
Esto es, cuidar nuestros actos y hacer aquello que esté bien. Procurando hacer un buen uso constante de nuestras palabras y vigilando nuestros pensamientos. Solo así conseguiremos obrar a un nivel completo; teniendo siempre presente que esto es solo acción y que lo que digamos o pensemos es otra cosa, que podemos lograr unificar o no.

Así pues, pongamos nuestro empeño en obrar bien a todos los niveles. Si todo lo que pensamos, decimos y hacemos tiene una repercusión energética, vigilemos nuestras obras a todos los niveles y o dejemos que nada malo o de calidad inferior nos enturbie.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Taoísmo – Enseñanzas I


El Taoísmo, nacido con la figura del mítico Lao Tse hacia el s. VI a.C., es una de las grandes corrientes de pensamiento oriental que perduran hoy en día. Nosotros no queremos inmiscuirnos en la polémica existente entre el Budismo y el Taoísmo; sencillamente aprender de cada una de ellas lo mejor que nos puedan ofrecer.
Por eso hoy inauguramos una sección dedicada al Taoísmo con un extracto del “Tao Te King” que comentaremos seguidamente.

Cuando todo el mundo reconoce lo bello como bello,
esto mismo es fealdad.
Cuando todo el mundo reconoce lo bueno como bueno,
esto en sí mismo es malo.
Ciertamente, lo oculto y lo manifiesto se generan el uno al otro.
Dificultad y facilidad se complementan entre sí.
Lo largo y lo corto ponen de manifiesto a su contrario.
Alto y bajo establecen la medida mutua.
La voz y el sonido entre sí se armonizan.
El atrás y el delante se suceden mutuamente.
Por ello, el Sabio maneja sus asuntos sin actuar,
y difunde sus palabras sin hablar.
No niega nada a las innumerables cosas.
Las construye sin atribuirse nada.
Hace su trabajo sin acumular nada por él.
Cumple su tarea sin vanagloriarse de ella y,
precisamente por no vanagloriarse,
nadie se la puede quitar.

Extracto del “Tao Te King


Para empezar diremos que cuando se alude al Sabio, Lao Tse se está refiriendo en este fragmento a la persona que está en armonía con el Tao. A partir de aquí deducimos que son estas las “leyes” a las que uno debe atenerse si desea practicar el Tao y sus enseñanzas.
Hay, en este pequeño fragmento, una gran cantidad de aspectos a los que atender; que si entráramos en metafísica comparada podríamos asimilar, en gran parte, con el hermetismo e incluso judaísmo, cristianismo y otras corrientes. Pero vamos a tratar de, sencillamente, verlo desde un punto de vista neutro.

El Taoísmo nos enseña que cuando percibe algo como “bueno” o “bello”, tal discriminación comporta asimismo que exista otra cosa que no lo es; pues, de lo contrario, no podríamos hacer semejante diferencia o aplicar tal calificativo.
En su esencia, todo forma parte de un gran conjunto global “Cielo-y-Tierra”. Y en ese conjunto, que va más allá de la manifestación material, nada hay que no sea perfecto, permitido o esté fuera de lugar; por lo que no podemos juzgar algo como “bueno” o “bello”, porque son categorías absurdas. Todo es real, y en tanto que algo es, es por la voluntad del Gran Sabio.

También nos dice que lo Oculto y lo Manifiesto se generan mutuamente; puesto que lo Oculto tiene poder para influir en nuestras vidas y en nuestro mundo, pero lo Manifiesto también tiene capacidad de acción para mejorarse, elevarse y asimilarse, por último, a lo Oculto. Y si puede hacerlo, es porque todo tiende a la unidad y el uno no sería sin lo otro.

Sigue con una serie de aparentes contradicciones, pero que, sin embargo, manifiestan un conocimiento profundo: somos nosotros quien calificamos las cosas, pues en lo Oculto nada tiene medida y por lo tanto no es mensurable.
Algo deviene corto, cuando lo comparamos con algo más largo; pero también seria mismamente largo si tomáramos en comparación algo más corto. Entonces ¿es corto o largo? No podemos definir corto o largo, no hay un punto de partida desde el que podamos hablar. Solamente podemos jugar de forma arbitraria a partir de la comparación de lo manifiesto.
Asimismo sucede con la voz y el sonido, pues no hay uno sin otro, con delante y detrás o lo alto y lo bajo. Imposible dirimir dónde comienza cada uno de ellos, porque solo los extremos serían definibles; más estos se tocan y convergen en uno solo.

El Sabio aprende a manejarse sin actuar y a difundir sin hablar; aceptando el fluir natural de las cosas; construyendo sabiendo que solo es uno más y que nada le pertenece, que acumular en lo infinito es vano, pues la medida se torna en nada; no se vanagloria, pues ¿qué gloria puede haber en de algo finito en lo infinito? Y nadie puede tomarle nada, pues nada tiene y lo tiene todo.
El Sabio, en conclusión, es aquél que ha logrado entrar en armonía con el Tao, con lo Oculto o el Infinito. Aquél que sabe cual es su papel y que lo acepta de corazón y libremente.
Debemos aprender que nuestros asuntos pueden resolverse, todos, si nosotros dejamos fluir lo Oculto y no nos interponemos; y que el mejor modo de enseñar callar, dejando que sean los demás los que lleguen a sus propias conclusiones.

Sin lugar a duda, el que esté versado en corrientes como el Hermetismo, la Alta Magia, etc. habrá encontrado muchos puntos de conexión que podrían traducirse a algunos principios herméticos y máximas mágicas; pero cada cosa sea a su debido tiempo y que cada uno llegue a sus propias conclusiones tal y como nos enseña el Tao.