sábado, 10 de noviembre de 2012

Cuentos - Cuentos Jasídicos I


Dentro de la tradición interpretativa judía (Jasidut), especialmente cabalista, nos encontramos con distintas corrientes. Una de las más importantes es el Jasidismo, basado en el uso de relatos de tinte moral y ético escritos con varios niveles de interpretación.
Estos relatos versan siempre sobre costumbres, así como sobre los Preceptos (Mitzvot) del judaísmo extraídos de la Torah; por lo que beben de las fuentes midráshicas, del Talmud, del Zohar y otros grandes libros. Pretenden, al mismo tiempo, dar una enseñanza y servir de ejemplo. Hoy en día esta tradición goza de un gran respeto y muchos son los tratados al respecto; entre los que podemos destacar el “Tanya” de Rabí Shneur Zalman de Liadi (1745 – 1812).

Pero el fundador, aquél que dio origen al Jasidismo, fue Rabí Ysrael ben Eliezer (1698 – 1760) más conocido en su época, como en nuestros días, como el Baal Shem Tov (Maestro del Nombre Divino). Después de él hubo muchos otros que se dedicaron tanto a seguir con la tradición, como a compilarla. Entre los compiladores destaca el ya mencionado Rabí Shneur Zalman de Liadi, así como entre los principales escritores de cuentos jasídicos hay que destacar al mismo nieto del Baal Shem Tov Rabí Najman de Bratzlav (1772 – 1810).
Hoy, no obstante, abriremos la sección de cuentos jasídicos con uno del propio Baal Shem Tov haciendo honor al fundador de la tradición.
El Baal Shem Tov; Rabí Ysrael ben Eliezer

El Baal Shem solía decir: “Dios es la sombra del hombre”, frase que comentaba del siguiente modo: “De la misma manera que la sombra sigue los gestos y movimientos del cuerpo, Dios sigue los del alma. Si el hombre es caritativo, Dios también lo será. El secreto del hombre se llama Dios, y el secreto de Dios no es otro que aquél que define al hombre: el amor. Quien ama, ama a Dios”.

Sin duda es este un cuento interesante y realmente profundo, por cuanto son muchas las enseñanzas que contiene.
En primer lugar nos dice el Baal Shem “Dios es la sombra del hombre” y “El secreto del hombre se llama Dios”. Esto nos quiere decir que el Santo, Bendito Sea, está oculto a los hombres; cómo también se menciona en la Torah y en numerosos pasajes del Tanaj (el Antiguo Testamento judío). Pero es solo una ilusión del hombre, porque realmente el Eterno está siempre a nuestro lado, vigilando lo que hacemos.
Él es el secreto del hombre, por lo que el hombre es el que ha de desvelarlo. Y las sombras bajo las que se oculta, no son más que luz, pues está escrito “Pero las tinieblas no lo son delante de Ti, y la noche resplandece como el día. Lo mismo Te son las tinieblas que la luz”(Salmos 139:12). Porque el Eterno es el origen de Todo, y Él las puso allí para que le buscáramos y las desveláramos; por eso son también como la luz, porque nos permiten hacer el trabajo de elevación que sin ellas no sería posible.

Nos dice a continuación “De la misma manera que la sombra sigue los gestos y movimientos del cuerpo, Dios sigue los del alma.” es decir, que aunque el Eterno esté oculto, sigue atentamente los pasos de nuestra alma. Pero del mismo modo que el Santo, Bendito Sea, sigue nuestros pasos, también lo hacen las sombras.
Fijémonos en la distinción “que la sombra sigue los gestos y movimientos del cuerpo” y “Dios sigue los del alma”. La sombra sigue al cuerpo, lo material; que es el mundo en el que se manifiesta nuestro yo externo, el ego. De esta manera, todo aquello que emprendemos cuyos orígenes están en la voluntad del yo externo, el ego, son seguidos y cuidados por las sombras. Esto es, por ejemplo, la arrogancia, la envidia, el egoísmo, etc.
Pero, por otro lado, el Eterno no sigue a nuestro cuerpo. Es importante observar lo que no se dice, pues el Santo, Bendito Sea, no sigue los pasos del alma y los del cuerpo, sino solamente los del alma; por ello cuando nos adentramos en los senderos del yo exterior, para satisfacer las demandas de nuestros yo material, el Eterno se aparta también de nosotros.
Sin embargo, cuando escuchamos a nuestra alma y buscamos los senderos que conducen al Santo, Bendito Sea, tendremos toda la atención y la ayuda que necesitemos porque los caminos del alma nos conducen a la Verdad, al Amor “el secreto de Dios no es otro que aquél que define al hombre: el amor”.


Entonces, por medio del Amor, por medio de la búsqueda de Di-s, si escuchamos a nuestro yo eterno, nuestra alma, también nosotros nos volveremos misericordiosos. A través de la manifestación de este amor lograremos que el Eterno nos escuche y esté con nosotros “Si el hombre es caritativo, Dios también lo será” porque es el hombre el que ha de emprender el camino. También debemos entender que, sembraremos aquello que plantemos y si nosotros emanamos amor, será amor lo que recibamos; pues no hay que olvidar que el hombre recibe para dar y que el dar es Amor. Además, el dar es uno de los grandes dones del hombre; lo que le asemeja al Creador. Cuando damos, estamos creando, y fuimos creados para crear también nosotros. La caridad, dar aquél que no tiene (en lo físico, mental, emocional o espiritual) nos convierte a nosotros mismos en Creadores porqué ejercemos ese Jesed, esa bondad, propia del Santo, Bendito Sea.
Cada día, y a cada momento, el Eterno ejerce su Bondad sobre nosotros; nos provee de todo lo que necesitamos, y nos mantiene con vida (pues sin Él nada seríamos). No le importa cuales sean nuestros méritos, pues incluso aquél que no sigue sus pasos también recibe. Del mismo modo nosotros debemos ser caritativos, tanto con aquél que pensemos que lo merece como con aquél que no; porque todos somos hijos del Padre y si Él no hace distinciones, tampoco nosotros debemos hacerlas. Y por medio de nuestra caridad, emanada del Jesed, la Bondad, recibiremos.
Por ello se dice “Quien ama, ama a Dios”, porqué el que ama desde el corazón y de verdad, ama en realidad la obra del Creador; y no hay amor posible sin Él, pues de Él emana y es su máxima cualidad desvelada.

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