Anteriormente introducimos
el tema de los Siete Principios Herméticos, por lo que hoy
empezaremos por explicar el primero de ellos; al que seguirán los
demás próximamente.
1er Principio
Hermético: “El TODO es
Mente; el universo es mental”
Nos dice el “Kybalion”
al respecto: “Este principio encierra la verdad de que “todo
es mente”. Explica que el TODO, que es la realidad sustancial que
se oculta detrás de todas las manifestaciones y apariencias que
conocemos bajo los nombres de <universo material>, <fenómenos
de la vida>, <materia>, <energía>, etc., y en una
palabra, todo cuanto es sensible a nuestros sentidos materiales, es
espíritu, quien en sí mismo es incognoscible e indefinible, pero
que puede ser considerado como una mente infinita, universal y
viviente”.
Esto quiere decir que todo
el mundo material que percibimos, así como el espiritual, es una
creación mental del TODO en el cual vivimos. Pero si vamos más
allá, nos daremos cuenta también de que, entonces, las leyes que
rigen nuestro mundo y el universo, visible e invisible, son leyes
mentales.
Lo que llamamos en nuestro
mundo “naturaleza” está regida, según la convención, por las
leyes naturales. ¿Pero que son esas leyes naturales? No son más que
otra forma de manifestación mental del TODO.
Es importante realizar y
asentar este concepto, pues se dijo “El
que comprenda la realidad de que el universo es mental, está muy
avanzado en el sendero de la maestría”; y estas palabras
tienen, y tendrán, siempre una validez rotunda.
Quiero ahora que se tenga
una herramienta para entender este principio, pues dicho así podría
parecer superfluo; o dicho desde la ligereza, pero nada más lejos de
la realidad.
Pensemos en aquello a lo que
nos referimos como TODO, es decir Dios (o cómo uno quiera libremente
llamarle). Él, el TODO, lo contiene absolutamente todo como su
nombre indica; es infinito y sin límite; no hay nada fuera de él,
pues de lo contrario no podría ser llamado TODO.
Reflexionemos sobre esto. Si
todo está incluido en Él y nada hay fuera de Él, quiere decir que
todos formamos parte de lo mismo; del TODO único e indivisible.
Luego, si formamos parte de Él y es TODO, no podemos haber sido
concebidos fuera de él en modo alguno.
Si el TODO creara algo
externo a Él, ya no formaríamos parte de Él; seríamos su
creación, pero no su parte y él sería diviso y limitado, se
quebrantaría el TODO. Por ello es que solo nos queda un lugar en el
que residir, si no podemos ir más allá de Él: la mente.
Es entonces en la gran mente
del TODO en la que tiene lugar toda realidad y existencia. Pero esa
mente no es una mente limitada como la del ser humano, si lo es TODO
no tiene fin, gozando de una mente infinita e ilimitada capaz de
contenerlo todo y crearlo todo.
Sus capacidades son, por
ende, igualmente infinitas e ilimitadas. Nosotros, una vez hemos
pensado en algo o lo hemos creado, nos olvidamos; pero no así el
TODO. A nosotros no nos preocupa el proceso, por ejemplo, por el que
un animal de hace millones de años se convirtió en petróleo y ese
petróleo se refinó, se convirtió en gasolina y terminó por
permitir que nuestro coche se desplazara a dónde deseamos; solamente
nos preocupa el que tengamos esa gasolina y lo que pueda costar, así
como si la cantidad va a ser suficiente para llevarnos a dónde
queremos. Pero al TODO le incumbe todo el proceso, desde el período
anterior a la Creación hasta todo el proceso que ha llevado a la
vida del animal y todo el proceso que ha seguido hasta hoy; como
también el que seguirán los restos hasta el fin de los tiempos.
No hay nada grande o
pequeño, TODO es igual ante la mente infinita; y nosotros formamos
parte de esa mente.
Este conocimiento nos da una
gran ventaja, pues sabemos que nuestro origen y verdadera esencia son
mentales, no materiales. Sabemos que formamos parte de la Mente del
TODO y por ello poseemos capacidades semejantes. Nuestra mente es la
que crea nuestra realidad, porque la realidad es mental y nuestro
verdadero yo también; siendo el único con verdadera existencia y
capacidad para alterar lo que necesitemos.
Esta mente a la que nos
referimos no es una mente humana limitada, como ya hemos dicho, sino
una mente infinita; lo que traduciríamos de algún modo por espíritu
(aunque esta traducción no sea plenamente exacta y sirva solo para
hacer más sencillo el entendimiento de la cuestión).
Así pues, a través de la
mente superior podemos obrar cambios en la realidad inferior.
Poseemos la capacidad de crear y lo hacemos a diario, a cada instante
que pasa sin darnos cuenta. Por ello es que debemos pararnos a
reflexionar sobre esto e intentar asimilar este principio.
Cuando se apercibe de que el
TODO, lo que le incluye a él mismo, es mente, tiene la llave para
modificar la realidad que le rodea a través de la misma; porque lo
ha hecho desde siempre, solo que sin darse cuenta de que lo hacía.
Un ejemplo que ahora puede
parecer exagerado son las enfermedades. Si las tenemos es porque
nuestras mentes han aceptado la realidad de las mismas, en nuestro
interior tenemos inculcado que la enfermedad es real y que nada
podemos hacer contra ella; cuando esto no es cierto.
Si el TODO es mente,
nosotros poseemos también la capacidad de crear; luego, podríamos
pensar también que las enfermedades son una falsedad, una mentira, y
entonces, si fuéramos realmente conscientes de ello, esa enfermedad
desaparecería desde el mismo momento en que nuestra mente tomara la
posición de declararla falsa.
Esto mismo puede
extrapolarse a muchos otros ejemplos, y es solo un caso que ahora
puede parecer cuanto menos fantasioso; pero que no por ello deja de
ser verdad.
Seamos pues, conscientes de
este principio. Intentemos reflexionar nosotros mismos sobre el tema
y tratemos de llevarlo a la práctica de un modo realista; pues de
nada serviría, por ejemplo, tratar de convencer a nuestra mente de
lo falso de una enfermedad y luego negar en nuestro interior la
validez de nuestras propias palabras. En este caso, un pensamiento
suprimiría al anterior y le arrebataría toda fuerza.
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