Volvemos después de un nuevo periodo
de ausencia. Aunque quisimos volver, nuevas obligaciones nos
apartaron del blog. Nuestro tiempo sigue siendo, por lo general, muy
limitado a causa de los distintos asuntos que cada uno de nosotros
tiene que atender. No obstante, queremos seguir publicando.
Probablemente no podamos seguir con la anterior línea de
publicaciones, puesto que no disponemos de demasiado tiempo para
montar los temas. Así pues, como nuevo objetivo nos hemos fijado la
reflexión lógica entendida desde el punto de vista de la
metafísica.
¿Por qué es importante la lógica?
Cuando uno quiere avanzar espiritualmente, o intelectualmente, debe
tener muy presente que lo más importante es la coherencia con uno
mismo. Jamás podremos desarrollarnos si no mantenemos una lógica
con nuestro propio ser. ¿Cómo ser lógicos con nosotros mismos?
Aunque a muchos ésto pueda sonar extraño, la realidad es que pocas
personas son coherentes consigo mismas. Si nos detenemos a pensar por
qué hacemos tal, o cual, cosa, veremos que en muchas ocasiones son
el mero resultado de la costumbre.
Hablaba el otro día con una buena
amiga con la que, a pesar de la amistad, mantenemos profundas
disensiones. “¿Por qué eres cristiana?” le pregunté. “Porque
siempre lo he sido” me dijo ella. Algo me desequilibró, “¿solo
por eso?” pensé. No podía ser, no podía creer que el único
motivo fuera el de la costumbre, así que seguí preguntándole;
buscándole una lógica al asunto.
“¿Nunca has pensado que tal vez
estés equivocada, nunca has tenido otro motivo?”, me mi durante
unos instantes sin decir nada, pensativa. “No ¿Qué otra cosa iba
a ser si no?”. La perplejidad se apoderó de mi. Yo también soy
creyente (aunque no sigo doctrina ni religión alguna) y no concebía
que los únicos motivos de alguien para ser creyente fueran la
costumbre y el descarte.
Todo ello nos llevó a una larga
conversación, más bien discusión, sobre el tema.
Tras un par de horas conseguí hacerle
ver su error. No hay manera alguna en la que podamos ser verdaderos
creyentes por ese camino. Y digo creyentes a falta de un término
mejor, pues desde luego la creencia es una imprecisión a todas luces
condenable.
Creer en algo desafía toda lógica.
Del mismo modo que la fe limitan a la persona, imponiéndole unos
límites. Solo podemos tener fe, o creer, en aquello que jamás
podremos llegar a ser capaces de conocer, o de experimentar; en
aquello que no hay modo alguno de confirmar. Si no podemos confirmar
algo, ¿cómo podemos afirmar con rotundidad que ahí está? ¿Con
qué base, con qué principios? Es más, si no podemos llegar a ello
porque está más allá de lo que podemos conocer... ¿cómo nos
atrevemos a afirmar nada al respecto? Si no podemos afirmarlo, ni
conocerlo, ni experimentarlo; tampoco hay manera de saber qué es,
qué quiere o qué dice.
Solamente a través de la experiencia
puede empezar a afirmarse algo. Únicamente cuando tenemos alguna
prueba, aunque probablemente imposible de demostrar a los demás,
podemos empezar a pensar (nosotros, y solo nosotros mismos) sobre el
tema. Por ejemplo, si pedimos a la divinidad (una y otra vez
correctamente) y las cosas se nos cumplen, podemos hallar ahí una
prueba.
¿Bastará entonces con una sola vez?
No. Seamos lógicos y consecuentes. Que lo que hemos pedido una vez
se nos cumpla puede deberse perfectamente a la casualidad. Lo mismo
si pedimos 3 o 4 cosas. Cuando hayamos logrado el éxito en un número
suficiente de casos (30, por ejemplo) podremos empezar a
planteárnoslo seriamente. De las 30 veces que se nos han cumplido
los pedidos, podemos decir que quizás son demasiadas casualidades y
que, tal vez, solo tal vez, en una de ellas haya habido intervención
divina.
Bastará que la haya habido en una sola
ocasión para saber que hay algo más allá. Pero cuidado, no digo
que tengamos entonces derecho a tener Fe. Hemos descubierto que ha
habido una intercesión, de ser así nosotros conocemos que hay algo
más allá que nos ha ayudado. Siendo así no necesitamos la Fe, que
es ciega, sino que podemos mirar con la luz del conocimiento. Ya no
tendremos que abandonarnos a la fe y al hipótesis; porque ahora
tenemos una prueba que nos permite conocer la verdad. Así, en
adelante, ya no seremos creyentes; seremos gente que conoce lo que
hay. Y por lo tanto, cuando pidamos, ya no tendremos fe en que tal
vez se cumplan nuestros pedidos, sabremos que los pedidos se
cumplirán y sustituiremos la Fe por la confianza.
Esto es solo un primer paso. El camino
de la lógica y la evolución es exigente. Nos obliga a plantearnos
cuestiones que debemos responder. Ya no podemos seguir pensando que
tenemos la razón y decir aquello de “¿Y por qué no iba a ser
así?”, dejando a los demás la tarea de convencernos de lo
contrario. La actitud que uno debe emprender consigo mismo es la
contraria. La de desafiar todo su supuesto conocimiento y preguntarse
“¿Por qué iban las cosas a funcionar como yo creo que funcionan,
a caso no podrían funcionar de un modo distinto y estar yo
equivocado?”.
Si somos consecuentes ésto nos llevará
a realizarnos preguntas que pongan en jaque nuestros más arraigados
esquemas. Unos esquemas que trataremos de defender, pero que debemos
ser conscientes de que muy probablemente contengan errores. Si los
tienen, si hallamos la brecha en nuestro sistema, el siguiente paso
es cambiar lo nuevo por lo viejo.
Solo si lo hacemos así podremos seguir
avanzando. Por ello debemos ser muy críticos con nosotros mismos.
Dudar siempre de lo que creemos saber, aceptar que aún en una larga
vida llena de estudios jamás llegaremos a la verdad absoluta y que,
por lo tanto, siempre podremos dar un paso más hacia una mejor
comprensión. Si uno acepta su imperfección y la combina con el
deseo de mejorar, tiene la llave para el éxito.
Debemos ser también muy cautelosos a
la hora de elaborar nuestro sistema lógico. Para ello tendremos
siempre presente que cualquier sistema que adoptemos debe servir para
cualquier situación.
Por ejemplo: Una persona, como mi
amiga, es cristiana porque siempre lo ha sido. Ella lo considera
bueno, y cree que tiene todo el derecho a permanecer igual sin
cambiar su forma de pensar, ni buscar más razones para serlo.
Siquiera consideraba que tuviera que defender su postura, porque para
ella era buena y no necesitaba más. Posiblemente algunos crean que
tenía razón.
Veamos ahora el mismo comportamiento en
alguien distinto, alguien que por ejemplo naciera en el seno de una
familia ultranacionalista (nazi). Si hubiéramos entablado la misma
discusión esa persona me diría que todo ese sistema de valores que
ella tiene (violencia, racismo, homofóbia, etc.) son buenos y
correctos porque ella siempre ha sido así y lo considera bueno. Que
no recae en ella la responsabilidad de buscar razones para defender
su posición, que no necesita nada más. Ésto no enervaría bastante
¿no es así?
Esto es porque hay un fallo en el
sistema. El sistema que hemos escogido para defender una postura no
se sostiene. Falla por su propia base, pues se sostiene solamente en
lo que una persona cree bueno (cree bueno, además, porque se lo han
enseñado así).
El sistema que elijamos es libre, pero
debe ser coherente. Empezar a pensar con lógica nos enseñará
muchas cosas. Poner en cuestión todo lo que damos por hecho siempre
es bueno, especialmente si son otros lo que en un momento de nuestras
vidas nos lo han enseñado así. Todo aquello que alguien nos enseña
debemos ponerlo en cuestión, dudando y contrastando siempre.
Planteándonos y reflexionando sobre qué posibilidades tiene de ser
verdadero o no. Ante todo debemos tomar lo de otro solamente como
información exterior que se debe analizar y, todo caso, introducir
en nosotros pero a nuestra manera. Aceptar la posición de la otra
persona solamente porque después de pensarlo nos parece razonable,
lógico y coherente.
Si hacemos nuestro lo de alguien, ese
algo será en verdad nuestro. Si lo tomamos sin más será un mero
implante externo. Y no podemos avanzar cuando hacemos algo por
inercia o porque nos han enseñado así, sin que hayamos buscado más
caminos.
Ésta es solo una reflexión general,
que lo que pretende en esencia es hacer ver la necesidad de
reflexionar y pensar las cosas. De animar a todos lo que quieran a
ser realistas consigo mismos, a plantearse los fundamentos de sus
propios pilares con el fin de mejorar; puesto que jamás llegaremos a
mejorar si somos incapaces de reconocer nuestros errores. Errores
que, como humanos, siempre tendremos pues nadie llega jamás a ser
perfecto y siempre hay, entonces, un lugar hacia el que avanzar y
cosas que poner en duda.