Hoy en día prestamos muy
poca atención a las letras. Tanto la escritura como la lectura son habilidades
comunes en nuestro mundo moderno, habilidades que damos por hechas y a las que
no prestamos mucha atención. ¿A caso consideramos especial a alguien que con 40
años nos venga y nos diga “Hola, yo sé leer y escribir”? No, no en el mundo
occidental actual.
Pero las cosas no siempre
fueron así. Si nos remontamos a la Antigüedad, e incluso a los primeros siglos
de la Edad Media, nos daremos cuenta de que muchos pueblos prestan una atención
especial a sus alfabetos. Aquí hablaremos en particular del alfabeto nórdico
(rúnico) y hebreo (alefato), con algunas menciones a los alfabetos egipcios (el
jeroglífico en particular) más adelante.
Hemos hablado con
anterioridad del valor de la palabra en la magia. Pero las palabras también se
ocupan de codificar la realidad, de racionalizarla de alguna manera. Son el
medio por el que nos expresamos.
Hasta la fecha han
existido distintas maneras de codificar el lenguaje. Desde los métodos
rudimentarios de la prehistoria con el sistema icónico (con dibujos),
evolucionando luego al ideográfico o logográficos (como los kanjis japoneses,
los hanzi chinos; e incluso el jeroglífico egipcio), al silábico (lineal A y B,
ugarítico, maya, cherokee, esquimal…) y finalmente al alfabético (latino,
griego, ruso, hebreo, etc.).
Nosotros vamos a
centrarnos eminentemente en dos sistemas alfabéticos: El Rúnico Nórdico y el
Alefato Hebreo.
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Alfabetos del Mundo Antiguo |
¿Qué tienen de especial
estos dos alfabetos?
Ambos poseen ciertas similitudes. La primera de ellas
deriva de la evolución histórica que sufrieron ambos. Es sabido que los
alfabetos actuales son el resultado de un proceso de reducción que partía en un
principio de los ideogramas. Esos ideogramas cobraron cada vez un matiz más
abstracto y pasaron de definir objetos determinados a sílabas (algo mucho más
abstracto, signo de que la lengua había evolucionado lo suficiente como para no
tenerse que referirse a las cosas con representaciones que se les asemejaran).
Pero las sílabas derivaban a su vez de esa primera idea ideográfica, por lo que
en más de una ocasión el trazo era similar, adquiriendo así un significado
propio dentro de sí.
Más adelante las sílabas
se simplificaron todavía más llegando al nivel alfabético, que seguía
conservando de manera más diluida el lejano significado del ideograma. Por
ejemplo, la letra hebrea Aleph significa “buey” y se relaciona con dicho
animal; no obstante no podríamos decirlo a simple vista pues no hay semejanza
alguna. Su sonido es consonántico, pues el alefato no posee vocales. Ejemplos
similares podemos encontrar en el caso de las Runas.
Esta coincidencia hace
que las letras cobren un sentido, que a la par que el trazo se torna cada vez
más abstracto. Esto permite emplear la letra como un instrumento más allá del
uso escrito. De ambos alfabetos derivan hoy dos de los sistemas adivinatorios
más conocidos: El Tarot y las Runas. Fue esa dinámica la que permitió que con
el tiempo cada letra fuera cobrando un sentido más ideológico, un carácter
propio.
Así pues, las letras
empezaron a tener poder por sí mismas. No eran meras herramientas para la
escritura sino que nos hablaban de un mundo secreto más allá de las mismas.
Hoy por hoy es el sistema
hebreo el mejor conocido, gracias a la tradición mística de la Cábala. Sobre
las runas es menor nuestro conocimiento dadas las circunstancias pues carecemos
de documentos escritos en papel. La cultura nórdica, que tuvo su apogeo entre
850 y 1050 d.C. se vio rebasada por el cristianismo en el s. XII, y los
documentos que se conservan son en islandés u otras lenguas antiguas que ya no
empleaban los alfabetos rúnicos. Las runas se emplearon sobre todo en piedra,
en grandes grabados de tinte ceremonial en la mayoría de los casos.
En contraposición tenemos
el alfabeto hebreo, cuya tradición es mucho más extensa con alrededor de 2500
años de historia bien documentado. A pesar de las diásporas, la babilónica y
especialmente la romana, los judíos cultos (la mayoría de ellos rabinos) no
perdieron el uso de su lengua en especial a la hora de escribir. Encontramos,
pues, extensas obras escritas en hebreo a lo largo del tiempo, algunos
dedicados de forma especial al mismo alefato (como el magnífico “Sepher
Yetzirah” el Libro de la Creación). Otra obra colosal también se refiere al alefato
y nos habla del mismo en algunas ocasiones: “El Zohar” (Libro del Esplendor).
También podemos encontrar menciones en otro de los grandes libros de la
tradición cabalista como es el “Sepher ha-Bahir” (Libro de la Claridad).
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Alfabeto Rúnico: Futhark Antiguo |
¿Qué tiene que ver el
Alefato con el Tarot?
Ésta es una pregunta de
difícil respuesta, pues no existe acuerdo sobre los orígenes del Tarot. En
primer lugar debemos decir que el mismo posee dos orígenes posibles, que un
servidor cree que convergieron en algún momento de la historia; probablemente
en los primeros siglos de nuestra era durante el exilio judío en Egipto.
La tradición hebrea nos
habla de que el gran rey Salomón, hijo de David, se casó con una princesa
egipcia. Éste, conocido como el mayor mago de todos los tiempos, empleaba las
letras del alefato en sus trabajos mágicos; no solo eso, sino que también les
daba un cierto uso adivinatorio. Digo cierto uso porque no tenía como fin el
escrutinio del pasado. Salomón les daba un uso que hoy llamaríamos evolutivo;
empleaba las letras para saber qué aspectos de sí mismo debía mejorar en aquél
momento, para saber en qué se había equivocado y a qué debía prestar atención.
Las letras escogidas, al “azar”, le hablaban sobre qué era lo que debía mejorar
o trabajar en aquel instante.
La tradición egipcia, por
otro lado, señala que los 22 Arcanos Mayores del Tarot no tienen tanto que ver
con las 22 letras del Alefato, sino con los 22 Nomos (Provincias del Antiguo
Egipto). Cada una de ellas se identificaba con uno de esos territorios, también
con cada uno de los 22 trozos en los que Seth cortó a Osiris después de
asesinarle. Así pues, cada parte tenía su función, cada provincia también la
suya. De ello extraían el significado las cartas, esta vez sí con un sentido
más plenamente adivinatorio desarrollado en los últimos siglos de la pasada
era.
Nuestras cartas actuales
tienen dos partes, el dibujo y el nombre. El dibujo deriva de lo que pensamos
eran las antiguas cartas egipcias, en tanto que los nombres son una mescolanza
de tradiciones. No obstante, si seguimos el sistema tradicional de Tarot (no el
desarrollado en el s. XIX por Ridder Witte) veremos que el emparejamiento entre
las cartas del Tarot y las Letras Hebreas es perfecto.
¿Qué diferencia hay entre
las Runas y el Alefato?
En primer lugar hay que
considerar el número. Existen distintos alfabetos rúnicos, si bien el básico
consistía en 24 caracteres, que luego algunos pueblos ampliaron a 29 y 32 (con
algunas variaciones locales y temporales). Para la tarea adivinatoria, además,
el alfabeto rúnico incluyó una runa más: Wyrd, la runa en blanco, la Runa de
Odín. El alefato hebreo, sin embargo, contiene tan solo 22 caracteres.
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Alefato Hebreo |
Otra diferencia gira en
torno al uso de ambos. El alfabeto rúnico está limitado en general al uso en
piedra como ya hemos dicho anteriormente, y generalmente para hablar de grandes
temas mitológicos o consagrar grandes gestas. El alefato hebreo, sin embargo, no
restringe su uso meramente a lo religioso, sino que también halla una función
institucional y se emplea para la escritura común.
Debido a las
circunstancias históricas es más lo que conocemos sobre el alfabeto hebreo que
no sobre el rúnico. Ignoramos si los nórdicos atribuían algún valor numérico a
sus letras, o si concedían importancia al hecho de que una palabra se
escribiera con determinadas letras.
Para los hebreos, sobre
los que disponemos de mucha más información, las letras también contenían un
valor numérico (como en muchas lenguas semíticas); pues hay que recordar que
todavía no habíamos alcanzado los números arábigos (de origen hindú) que
empleamos hoy en día. Tanto es así que dentro del sistema hebreo si dos
palabras llegan a sumar el mismo valor numérico (extraído de cada una de las
letras que componen las palabras) es que tienen algo en común. Lo mismo sucede
cuando una palabra tiene un valor numérico recalcable como 11, 22, 33, 72 u
otros números a los que se conceda un significado especial.
Lo mismo sucede en el
caso de que dos palabras compartan las mismas letras.
Por ejemplo las palabras “Ria”
(Amigo) y “Raá” (Ser malo) ambas
escritas con las letras Resh y Ayin (aunque con distintos puntos vocálicos) que
sumarían un valor de 270 (200 Resh + 70 Ayin). Sin entrar a hacer aquí una
disertación desarrollada, lo que nos indica es que la línea que separa a los
amigos de los enemigos es muy delgada; que a veces tomamos por buenas a
personas que nos quieren mal, y por malas a personas que nos quieren bien. Este
valor se puede resumir en 9 (2+7+0 = 9), lo que nos dice que solamente cuando
seamos capaces de ver dentro del alma del ser humano que está a nuestro lado
podremos dilucidar si es o no un amigo de verdad. Pero no solo esto, sino que a
su vez nos señala que, al ser el 9 el número relacionado con el ser humano, que
cada uno tenemos dentro de nosotros mismos el potencial para llegar a una u
otra cosa.
¿Cómo llegamos a ese
potencial? 270 es el valor de ambas palabras, si tomamos este valor y lo
dividimos por 9 (su resumen) nos da 30 (270/9 = 30). 30 es el valor de la letra
Lamed, letra que simboliza el corazón y la conexión divina. De ésta manera el
resultado de lo que lleguemos a ser dependerá del camino que hayamos tomado y
de los oídos que hayamos prestado a esa parte divina que está en nuestro
corazón y que nos habla de un modo tan cercano.
Éste es solamente un
ejemplo muy simple y superficial; pero baste para ver qué valor se le da a las
letras y a la numerología que se les asocia. Evidentemente para un análisis más
completo deberíamos analizar las letras que componen las palabras, en este caso
Resh y Ayin.
Próximamente publicaremos artículos específicos sobre Runas y Letras Hebreas; así como sobre Jeroglíficos tan pronto como podamos. En las futuras publicaciones trataremos de ser más precisos sobre cada uno de los sistemas y, poco a poco, explicar cada una de las letras en particular.